Listas (I)

La habían inscrito en Vassar al nacer y, durante toda su infancia su madre le había puesto profesores de todas las materias que uno pudiera imaginar. Helena (como decía su madre) sabía tocar el violín, el piano, la flauta y la trompeta; había sido contralto en el coro. Había estado de monitora en campamentos de verano y tenía el título de salvamento y socorrismo. Jugaba bastante bien al tenis y al golf, esquiaba y hacía patinaje artístico, además de montar a caballo, aunque nunca había saltado vallas ni cazado. Tenía un auténtico laboratorio de química, una pequeña imprenta, un juego de herramientas para la estampación en cuero, un torno de alfarería, toda suerte de guías de flores silvestres y helechos y de pájaros, una colección de mariposas montadas con alfileres en cajas de cristal, y otras de conchas marinas, de ágatas, de cuarzo y de cornalina. Todavía conservaba todos esos recuerdos educativos ordenados en los armarios de su cuartito de estar de Cleveland, que había sido su cuarto de juegos infantil; de la casa de muñecas y del resto de los juguetes se había desprendido. Podía escribir sin gran dificultad un pequeño ensayo en un estilo sostenido y conciso; sabía imitar el canto de varios pájaros y tocar las campanas y jugaba bastante bien al croquet, así como al ajedrez, a las damas, al mah-jongg, al parchís, al dominó, al scrabble, el rummy, al whist, al bridge y al cribbage. Se sabía de memoria la mayoría de los himnos de los devocionarios episcopalianos y presbiterianos. Había recibido clases de bailes de salón, de baile clásico y de claqué. Había hecho trabajo de campo en expediciones geológicas y visitado el Psiquiátrico estatal; había dormido en refugios para excursionistas y recorrido la redacción y los talleres del Dutchess County Sentinel, el periódico local de Poughkeepsie. Se había bañado en las cataratas del Parque Nacional de Washington Crossing y había asistido todos los años al teatro griego de la Bennett School de Millbrook. En la clase de Higiene del primer año, ella y Kay fueron las únicas que realmente inspeccionaron los establos de la universidad, y uno de los trabajadores había enseñado a Helena a ordeñar las vacas. Sabía distinguir entre diferentes tipos de porcelana y en su casa tenía una pequeña colección de cajitas de rapé que había empezado su madre; leía latín y griego y podía traducir los pasajes más embarazosos de Krafft-Ebing sin azorarse. Sabía francés medieval y conocía bien los lais de los trovadores provenzales, aunque no tenía un buen acento porque su madre desconfiaba de las institutrices francesas, por haber oído de casos en los que esas mujeres drogaban a los niños o los exponían a emanaciones de gas para que se quedaran dormidos pronto. En los campamentos, Helena había aprendido a navegar a vela y viejas canciones populares y cantinelas marinas, algunas de ellas bastante subidas de tono. Había recibido clases de dibujo desde los seis años, disciplina para la que estaba especialmente dotada.

El grupo, Mary McCarthy