En “Margot at the Wedding” Noah Baumbach dice que quiso reflejar el ambiente veraniego de las películas de Eric Rohmer. No me parece muy conseguido porque rodada entre abril y junio el sol todavía no es la del verano y en las escenas se aprecia el viento. Los protagonistas llevan chaquetas y cuando se las quitan como en la escena de la piscina sientes lástima por ellos. De todas formas puede que sea lo mejor porque ese ambiente de septiembre cuadra con una historia que nos muestra la cara más sórdida de la realidad. Ha sido denostada por muchos como mediocre en el peor de los casos y como deprimente en el mejor. Intuyo que al estar protagonizada por Nicole Kidman y llevar la palabra “boda” en el título cuando se estrenó los espectadores esperaban otra cosa, una comedia típica de Hollywood o un chick flick. Pero verdaderamente es una película dura sobre una familia aparentemente normal en la superficie pero hondamente dañada en el interior.
Margot acompañada de su hijo adolescente, Claude, viaja a Long Island para acudir a la boda de su hermana, Pauline (Jennifer Jason Leigh). Las hermanas llevan bastante tiempo distanciadas y la tensión irá creciendo entre las dos. Para empezar a Margot no le gusta nada el futuro marido de Pauline, Malcolm (Jack Black), un artista desempleado que según Margot “es como uno de esos tíos a los que rechazábamos cuando teníamos 16 años”.
Los traumas familiares que arrastran Margot y Pauline (igual que los de los hermanos “Shame”) no son revelados y sólo podemos imaginarlos. Margot (Nicole Kidman) está profundamente dañada pero no inspira simpatía porque se comporta de manera narcisista, hipercrítica, pasiva-agresiva y en ocasiones cruel. Es escritora y su inspiración la saca de su propia familia. Margot analiza y diagnostica a los que la rodean sin importarle el dolor que pueda infligir. Además en sus diagnósticos están proyectados sus propias frustraciones y miedos y nunca se aplica a sí misma la mirada crítica.
La acción la conduce Margot y las posibles víctimas de sus maquinaciones giran en torno a ella. Su hermana Pauline aunque tan traumatizada como Margot es bien intencionada y parece haber encontrado en Malcolm a alguien que la puede liberar de su neurosis. Malcolm es un personaje recurrente en el universo Baumbach, el artista con ambiciones frustradas. El personaje más equilibrado, amable y compasivo es el marido de Margot (John Turturro) que aparece muy brevemente. El cuadro familiar lo completan Claude y la hija de Pauline, Ingrid; agradables y sensibles pero más que probables herederos de los males psicológicos familiares.
Aunque la dinámica familiar es el centro se pueden encontrar otros temas que circundan “Margot y la boda”. Existe un subtexto social representado por los Voglers una familia vecina que pertenecen al grupo que en EEUU se suele denominar “white trash” o “trailer trash” sólo que ellos no viven en un tráiler sino en una pequeña y deteriorada propiedad. Asan cerdo en el jardín y tiran basura al jardín de Pauline como presión para que ella corte un árbol cuyas raíces, ellos claman, están invadiendo su propiedad. El hijo de los Vogler ataca y muerde a Claude sin provocación mediante. Margot supone que los Vogler abusan de sus hijos (quizás tiene prejuicios acerca de esa clase o proyecta su propia historia familiar en ellos). Parece que el final sugiere que Baumbach quería señalar la incapacidad de Margot y su familia para ver a los Vogler como seres humanos, pero dado el comportamiento desconsiderado que tienen los Vogler ¿Quién puede culparles?
El guión lleno de conversaciones aparentemente intrascendentales no ayuda en ocasiones al avance de la acción, pero da a conocer a los personajes y crea una atmósfera de realismo. En cuanto al aspecto visual la rata muerta que ve Claude puede ser simbólica de todo lo podrido que hay bajo la superficie. O podría ser simplemente otra parte más de la "atmósfera", una imagen que Claude ve casualmente y que no olvidará nunca.