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El campo y la ciudad

JULIEN: ¿Ves como te gusta el campo?
BERENICE: Sí, es precioso y relajante, pero más de cuatro días me aburriría.
JULIEN: Porque no haces nada.
BERENICE: En la playa tampoco y no me aburro. Ni escribo.
JULIEN: Escribe aquí.
BERENICE: ¡Imposible! necesito el ruido, el movimiento, el caos. La falta de vida me quita la inspiración.
JULIEN: ¡Aquí lo que sobra es vida!
BERENICE: Sí. La de las vacas, las aves, las ranas… Tú también te aburrirías sin la política. Y tu hija preferiría estar en la playa.
JULIEN: Ya va a la playa con su madre.
BERENICE: La gente que cree tener raíces en una tierra demuestra… tener un espíritu de lo más reaccionario que hay. Lo ve todo desde un punto de vista localizado. El hombre moderno debe ampliar sus horizontes, ser cosmopolita, ciudadano del mundo.
JULIEN:¿Y llevar un pin que diga Made in USA? Ese tipo de hombre es aséptico, mi antitesis total. Mucha gente de las ciudades conserva… las raíces rurales de sus abuelos.
BERENICE: Sí, para olvidarlas. En cuanto ahorran un poco se van de vacaciones… a la otra punta del mundo a Grecia, al Caribe…
(…)
BERENICE: La ciudad atrae mucho
JULIEN: Mucho menos que antes. A ti quizás, pero la mayoría vive en la ciudad… porque allí encuentra trabajo
BERENICE:¡Que va! En la ciudad lo que fascina son… las infinitas posibilidades de conocer gente. Y aunque no conozcan a nadie, les fascina el encanto de ver pasar a la gente, la muchedumbre, la variedad humana: altos, bajos, jóvenes, viejos, guapos, feos, su encanto, su ridiculez… Eso les fascina. Hay mil posibilidades. En el campo, los jóvenes para divertirse… se van al único café que hay… o a los bailes con los mismos amigos de siempre y la misma música. En París, aunque la vida sea más dura… y haya menos tiempo libre hay emoción, hay mil proyectos posibles, mil barrios, mil cines, mil restaurantes, mil fiestas… Es emocionante saber estamos en la capital y que todo es posible. Pero aquí…
JULIEN: Tu eres parisina, novelista y te crees Balzac
BERENICE: No, pregúntales
JULIEN: Ya lo hago
BERENICE: ¿Qué prefieren los jóvenes?
JULIEN: Ellos no se aburren, no quieren vivir en la ciudad. Sueñan con quedarse aquí. Tú lo ves desde fuera… y así, todo esto parece triste, inanimado, y en París todo parece emocionante, pero en el fondo la gente, en el fondo de su corazón ¿qué siente de verdad?
BERENICE: La emoción, la ciudad
JULIEN:¡No! Siente soledad, eso es todo
BERENICE: Prefiero el anonimato, la soledad… y soñar con poder conocer gente… a ver siempre a los mismos y sentirme observada
JULIEN: No lo creerás, pero en París tu círculo es más restringido que aquí
BERENICE: Allí puedo cambiar de círculo
JULIEN: ¡Eso son bobadas! Escucha. Las posibilidades de conocer gente son… mayores aquí que en una ciudad. Las relaciones sobrepasan el pueblo, hay fiestas por los alrededores


El árbol, el alcalde y la mediateca, Eric Rohmer

La ecología

RÉGIS: Pero si los ecologistas son reaccionarios, no son de izquierdas y nunca lo han sido.
BÉRÉNICE: ¿Usted cree?
RÉGIS: Sí.
BÉRÉNICE: Yo también lo pienso. Los verdes le devorarán.
JULIEN: No.
BÉRÉNICE: Es verdad, los ecologistas son los aliados objetivos del Frente Nacional. Ciertamente no de él.
JULIEN: Lo que dices es completamente absurdo. Durante las elecciones los verdes fueron a verme y me dijeron: lo que ha hecho aquí es lo que promovemos, pero no sólo en el plano ecológico, sino en el plano social. Ellos aún van más lejos que yo.
(…)
RÉGIS: En general la ecología política es peligrosa… porque es conservadora y hasta reaccionaria. Para los verdes, el ideal es que el mundo no debería progresar, sino retroceder. Desde nuestros orígenes, seguimos un proceso evolutivo… que nadie debe parar. Es una verdad fundamental de la evolución, indiscutible. Todos deberían estar de acuerdo en eso.
JULIEN: ¿Y si esa evolución va por el mal camino?
RÉGIS: ¿Cuál es el bueno y cuál el malo?
JULIEN: Si el planeta explotará o se volviera radioactivo, sería el malo.
RÉGIS: No hemos llegado a eso.
JULIEN: Podría pasar.
BÉRÉNICE: ¡Si debemos morir, muramos! Si la vida no avanza, no merece la pena vivirla. Me niego a vivir únicamente para organizar mi supervivencia ¡Qué horror! Si sobrevivir es la única opción ¡viva el suicidio! El suicidio puede ser hermoso pero la supervivencia es degradante, lamentable. Pero de todas maneras no creo a esos profetas agoreros. El hombre aún tiene futuro y el mundo vivirá, progresará, se desarrollará por el buen camino. Los seres vivos siempre se han adaptado al entorno. El hombre se adaptará al gas carbónico y a las radiaciones como los peces se adaptan al agua.
BLANDINE: Tengo la impresión de que confunde dos cosas. De una parte, la evolución natural del universo… y de otra parte los daños causados por el hombre que introduce un parámetro nuevo, su voluntad esencialmente perversa.
BÉRÉNICE: Pero la ley natural cede ante la tecnología. Como remedio a la tecnología, se requieren más avances tecnológicos.
BLANDINE: Conozco esa formula pero no me convence. Es un poco simplista
BÉRÉNICE: Nada es simple, evidentemente. Los ecologistas sí nos confunden con su simplicidad. Todo el mundo sabe que un desastre natural es más contaminante… que uno causado por el hombre.
BLANDINE: ¡Sí, pero al menos la naturaleza puede activar sus defensas!
BÉRÉNICE: No siempre
BLANDINE: ¿Cómo que no?
BÉRÉNICE: No, antaño hubo erupciones volcánicas, terremotos, diluvios o caídas de aerolitos… cuyos efectos han sido más contaminantes… que, por ejemplo, Chernobil.
BLANDINE: El problema es que una vez más el hombre impide a la naturaleza usar sus defensas. Se arrasan los bosques.
BÉRÉNICE: Se reforestan. Hay más que nunca.
BLANDINE: En la Amazonía no.

El árbol, el alcalde y la mediateca, Eric Rohmer

El árbol, el alcalde y la mediateca

Dentro de la filmografía de Eric Rohmer existen dos películas atípicas y comúnmente consideradas menos atrayentes, pero que no dejan de tener interés y actualidad. Una de ellas es Cuatro aventuras de Reinette y Mirabelle donde explora el campo de las decisiones éticas. La otra es El árbol, el alcalde y la mediateca donde se mete de lleno en el terreno político.
El árbol, el alcalde y la mediateca se construye en siete partes, accidentes del azar que determinan (o no) su conclusión. Rohmer no se decanta por ninguna opción política lo observa todo como un naturalista. La acción discurre casi como en un documental donde los personajes se explayan defendiendo sus opiniones. No son maniqueos y muestran sinceridad e idealismo cuando hablan de sus ideas, lo que no impide que se equivoquen por supuesto.
La acción gira en torno a una iniciativa de un alcalde socialista de pueblo Julien Dechaumes que quiere construir un complejo cultural que contará con; biblioteca, videoteca, teatro y piscina. El proyecto es a todas luces excesivo para las pocas familias del pequeño pueblo, pero el alcalde piensa en el futuro. El cree que en unos años con el video, el fax y el ordenador el trabajo de oficina se hará en casa. Cree que actividades como la que promueve frenarán la masificación de la ciudad y la desertificación del campo. Dinamizar el campo atraerá gente de la ciudad, así habría un reparto armónico de la población. Bérénice su novia prefiere la ciudad y piensa que el trasvase de gente de la ciudad al campo es utópico. Dechaumes se encuentra con la oposición al proyecto por parte de Marc Rossignol, director y profesor de la escuela del pueblo. Rossignol ama el sauce situado en el centro del prado en el que se planea construir la mediateca. Sus tesis son más cercanas al ecologismo político que las de Dechaumes. Mientras que Dechaumes piensa que los pequeños agricultores desaparecerán en favor de las grandes explotaciones y los habitantes de la ciudad se ubicarán en el campo en el futuro. Por el contrario Rossignol opina que esto no se puede predecir y que el campo no es campo si no se cultiva y si se parece cada vez más a la ciudad. La mediateca destruirá la belleza del paisaje que debe ser protegido porque cada vez quedan menos.
Entre el resto de los personajes destaca Bérénice la novia novelista del alcalde. Bérénice es una apasionada de lo bello y grandioso, el edificio respetuoso con el entorno que se pretende construir le parece demasiado práctico y poco artístico y odia los parkings. Todas sus opiniones son de este tenor, ella desea estar en la ciudad donde está la acción y la emoción.
Julien Dechaumes y Bérénice visitan al director de una revista de izquierdas Régis Lebrun-Blondet que les recibe en compañía de una de sus redactoras, Blandine Lenoir. Régis carece del idealismo de Dechaumes y no tiene una opinión muy alta de él. Blandine es el polo opuesto de Bérénice práctica y preocupada por problemas sociales concretos.