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Citas del mes de abril





«Hijo de mi vida, ¿has encontrado alguna quimera? El marinero que me mandaste me ha dicho que eras imprudente. Eso me ha tranquilizado. Sé siempre muy imprudente, pequeño mío, es la única manera de disfrutar un poco de la vida en esta época prosaica.
(…)
Tengo miedo de que no cometas locuras. Eso no te privará de la gravedad, ni de la melancolía, ni de la soledad: las tres golosinas de tu carácter. Puedes ser grave y loco, ¿qué lo impide? Puedes ser todo lo que quieras y loco por añadidura, pero hay que ser loco, hijo mío. Observa a tu alrededor un mundo en el que crecen sin cesar las gentes que se toman a sí mismas en serio. Además de cubrirse de un ridículo irremediable ante espíritus como el mío, hacen que su vida adolezca de un peligroso restriñimiento. Son exactamente como si, a la vez, se hartaran de mondongo, que laxa, y de nísperos del Japón, que restriñen. No he encontrado imagen mejor que ésa.
(…)
Mi madre no hace nada sin poner en ello el alma. Es la Primavera. Tiene constantemente su dedo debajo de mi nariz para obligarme a levantar la cabeza y tener la vista alta.

El húsar en el tejado, Jean Giono




Etapas

Como cada flor marchita,
Y toda juventud con la edad decae,
Así florece cada etapa de la vida,
Florece cada sabiduría y cada virtud a su tiempo,
Y no puede durar eternamente.
El corazón debe estar, a cada llamada de la vida,
Presto a la despedida y los nuevos comienzos,
Para con valentía y sin remordimientos,
Entrar en nuevas ligazones.
Cada comienzo está lleno de una magia
Que nos protege y nos ayuda a vivir

Hemos de atravesar alegres espacio tras espacio,
No depender de hogar alguno,
El espíritu cósmico no quiere encadenarnos,
Quiere elevarnos etapa tras etapa,
Ampliarnos.
Apenas nos aclimatamos a un círculo de vida,
Cuando el hábito familiar hace la indolencia,
Sólo alguien que esté preparado para salir y viajar,
Puede escapar del hábito paralizante.

Quizá también la hora de la muerte
Nos envíe a espacios nuevos,
Nunca tendrá fin en nosotros la llamada de la vida...
¡Bien, pues, corazón, despiértate y sana!

Hermann Hesse


Este último mes me he encontrado con varias películas en las que madres tienen gran influencia sobre sus hijos varones. En “El húsar en el tejado” es una influencia bien patente aunque la cita es de la novela, no de la película. En “Drei” lo es menos, pero Tom Tykwer hace un homenaje al Vittorio de Sica de “Milagro en Milán” y la madre de Simon aparece transfigurada en ángel y recita su poema favorito de Hermann Hesse. Casualmente también he visto “Savage Grace” con Julianne Moore donde la influencia materna es mucho más negativa. Un poco a lo Hitchcock en “Psicosis”.

El húsar en el tejado



“El húsar en el tejado” dirigida por Jean-Paul Rappeneau está basada en la novela del mismo nombre de Jean Giono. Angelo Pardi es un coronel de húsares, hijo natural de una duquesa, y miembro de la sociedad secreta de los Carbonarios. Angelo se refugia en Francia huyendo de sus enemigos políticos, los austriacos que dominan Italia. En la búsqueda de sus correligionarios exiliados en Francia encuentra una Provenza devastada por la epidemia del cólera. Dondequiera que va encuentra el espectáculo trágico de la muerte que se extiende con alarmante velocidad.
Angelo encuentra a un abnegado medico francés que viaja a los pueblos intentando encontrar supervivientes para tratar de curarlos. Se ofrecerá a acompañarle y ayudarle pero finalmente el médico también sucumbirá a la epidemia. El cólera permite mostrar la potencialidad del ser humano para la grandeza y la bajeza porque hace aflorar lo que en tiempos normales no muestra la gente; solidaridad, compasión, cobardía, violencia, egoísmo, avaricia… Es el cólera también el que revela las cualidades de héroe de Angelo; su nobleza, entrega, coraje y voluntad inquebrantable.
Cuando llega a Manosque, centro de la epidemia, es acusado de envenenar las fuentes y perseguido por una masa enloquecida por el miedo. Es obligado por tanto a ocultarse en los tejados. Acuciado por el hambre y el cansancio entra en una casa donde conoce a Pauline que le acoge. Finalmente contactara con su amigo Giuseppe que le hará entrega de una suma para dar a la causa cuando llegue a Italia. En su trayecto volverá a encontrar a Pauline. Juntos experimentaran aventuras e intensas experiencias. Aunque existe una atracción entre ambos Pauline está casada y los principios caballerescos de Angelo no le permiten sucumbir
La película se sirve de las cartas que Angelo escribe a su madre para revelar el mundo interior de Angelo. Y su madre aunque no aparezca en ningún momento es una fuerza poderosa. Le ha inculcado el sentido del honor y unas ideas poco convencionales. Le aconseja que sea imprudente, para ella él nunca es lo suficientemente loco.
Lo que me ha sorprendido en negativo es la insensatez de Pauline al querer volver a Manosque. En la novela de Giono no se comporta de esa manera y en la película me parece contraproducente porque resta respeto por la heroína que hasta ese momento ha dado muestras de entereza y valor admirables. El resto de los cambios no me parece que vayan contra el espíritu de la novela y contribuyen a agilizar la trama. La fotografía es de gran calidad y permite mostrar el verano en la Provenza en todo su esplendor.
Lo que más me atrae de la historia es el tratamiento del honor tan desprestigiado en nuestro tiempo. Me recuerda otra excelente película que trata también sobre el honor “Los duelistas” basada en “El duelo” de Conrad. En esta los personajes son también húsares, pero el concepto de honor es negativo. Para el fácilmente inflamable Feraud los duelos son bravatas y años después de desafiar a D’Hubert ni siquiera recuerda porque se bate. Su contrincante D’Hubert es incapaz -hasta el final- de poner fin a la locura por un concepto equivocado de lo que es el honor. En la novela de Giono, aunque no en la película de Rappeneau, Angelo se ve obligado a huir tras un duelo en el que ha dado muerte a un austriaco. Sus compañeros carbonarios le ordenaron asesinarlo o contratar a un asesino a sueldo, un método más eficaz y sin riesgo porque el fin justifica los medios. Pero Angelo piensa: “El hombre a quien yo maté vendía a los republicanos al gobierno de Austria y sus víctimas morían en prisión. Pero la cobardía nunca tiene buenas razones. Y es precisamente porque ese hombre era innoble que yo debía evitar serlo también. Lo maté en duelo. Así él tenía también las oportunidades que brinda el azar”.