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Chris por la noche


“Las torres que coronan las nubes, los bellos palacios, los solemnes templos. El gran globo mismo. Sí, con todo lo que contiene, se disolverá; este desfile insustancial no dejará ni una huella detrás. Estamos hechos de la misma materia de los sueños y nuestra breve vida cierra su círculo con otro sueño”.

Chris leyendo “La tempestad” de Shakespeare


“Cuando de un distante pasado nada prevalece, cuando los hombres están muertos, las cosas rotas y destruidas aun solas, más persistentes, más leales el olor y sabor de las cosas permanecen suspendidos durante largo tiempo como almas dispuestas a recordarnos, esperando ansiosas el momento, en medio de la ruina y destrucción. Y en la diminuta gota de su esencia casi sin sustancia, llevan resuelta la vasta estructura de la memoria”

Chris leyendo “En busca del tiempo perdido” de Marcel Proust
 

“Había un viento del desierto soplando esa noche. Era uno de aquellos vientos secos y cálidos de Santa Ana que bajan por los pasos de montaña y te alborotan el cabello, hacen tus nervios saltar y tu piel escocer. En noches como esas cada fiesta termina en una pelea. Las mujercitas palpan el filo del cuchillo de trinchar y estudian la nuca de sus maridos. Cualquier cosa puede suceder”.

Chris leyendo “Red Wind” de Raymond Chandler

Citas del propio Chris

Las últimas palabras de Goethe, '¡más luz!'.Desde que salimos del primitivo barro ese ha sido nuestro constante grito: ¡más luz!. Luz del sol, de antorcha, de vela, de neón. Incandescentes luces que erradican la oscuridad de nuestras cavernas, que iluminan nuestras carreteras, los interiores de nuestras neveras. Grandes luces para los juegos nocturnos de los campos de batalla, pequeñas bombillas para esos libros que leemos debajo de las sábanas, cuando deberíamos estar dormidos. La luz es algo más que watios y velas, la luz es una metáfora. Tu palabra, es una lámpara bajo mis pies. ¡Ira!,¡ ira contra la muerte de la luz! Guía la brillante luz a través de la oscuridad circundante, guíame tu para seguir! La noche es oscura y estoy lejos de casa. Guíame tu para seguir... Despierta y brilla, porque tu luz está aquí. Luz es conocimiento, luz es vida, luz es luz.



"Yo, dijo el buey todo blanco y rojo, di mi pesebre para su cama, le di mi paja como almohada para su cabeza, yo, dijo el buey todo blanco y rojo. Y así todas las bestias por algún buen hechizo en el establo oscuro estaban contentas de contar el regalo que le hizo a Inmanuel, el regalo que le hizo a Inmanuel". Es una vieja leyenda que en nochebuena, a medianoche, todos los animales se arrodillan y hablan rezando al recién nacido Jesús. En el invierno del 69, mi padre estaba fuera trabajando y mi madre... no sé donde estaba. El caso es que estaba solo en casa en nochebuena y me quedé levantado para ver si mi perro Budy hablaba. Y lo hizo. No recuerdo sus palabras exactas, pero eso no importa. Lo que importa es que un niño de 7 años experimentó su propia epifanía. ¿Mi opinión? Bueno, que la navidad se revela a cada uno de forma personal, sea secular o sagrada, sea lo que sea, y representa mucho para mucha gente, todos poseemos un poco de ella. Es como el saco de Papa Noel; dentro hay un regalo para cada uno ¿Mi deseo para vosotros esta noche? Que hable vuestro perro. Buenas noches, Cicely, feliz navidad.

Rubias y rubias





Hay rubias y rubias, y hoy es casi una palabra que se toma en broma. Todas las rubias tienen su no sé qué, excepto, tal vez, las metálicas, que son tan rubias como un zulú por debajo del color claro, y en cuanto al carácter, tan suave y blando como el empedrado de la vereda. Existen la rubia pequeña y agradable, que gorjea como los pájaros, y la rubia alta y estatuaria, que lo envuelve a uno en una mirada azul de hielo. Existe la rubia que lo mira a uno de arriba abajo y tiene un perfume encantador y resplandece tenuemente y se cuelga del brazo y está siempre muy, muy cansada cuando usted la acompaña a su casa. (…)
Existe la rubia dulce, dispuesta y aficionada a la bebida, y que no le importa lo que lleva puesto –siempre que sea visón, o adónde va- siempre que sea el Starlight Roof y haya mucho champaña seco. Existe la rubia pequeña y altiva que es una verdadera compañera y quiere pagar ella su cuenta y está llena de luz de sol y de sentido común que sabe judo y puede lanzar al aire, por arriba del hombro, al conductor de un camión, sin perderse más de una frase del editorial del Saturday Review. Existe la rubia pálida, con anemia de tipo incurable, pero no fatal. Es muy lánguida y muy sombría y habla suavemente como salida de no sé dónde, y usted no le puede poner un dedo encima, en primer lugar porque no tiene ganas, y en segundo lugar porque ella está leyendo La tierra perdida o Dante en el original o Kafka o Kierkegaard, o porque estudia dialecto provenzal. Adora la música, y cuando la Filarmónica de Nueva York está tocando Hindemith, ella puede decirle a usted cuál de los seis contrabajos entró un cuarto de tiempo más tarde. He oído decir que Toscanini también es capaz de ello. Eso quiere decir que son dos.
Y, por último, existe la muñeca maravillosa y encantadora que sobrevive a tres reyes del hampa y después se casa con un par de millonarios a un millón por cabeza y termina con una villa de color de rosa pálido en Cap d´Antibes, un coche Alfa Romeo completo con chófer y acompañante, y una caballeriza de aristócratas enmohecidos a los que tratará con la atención distraída y afectuosa con que un anciano duque dice buenas noches a su criado.
Aquel sueño atravesado en mi camino no pertenecía a ninguna de esas categorías; ni siquiera era de este mundo. Era inclasificable; tan remota y clara como el agua de la montaña, tan evasiva como su color.
El largo adios, Raymond Chandler