Chacal (1997)


Tengo debilidad por las series y películas en las que los personajes se disfrazan y adoptan distintas personalidades. Esa es una de las razones por las que dos de mis series favoritas de todos los tiempos son “Los ángeles de Charlie” y “Alias”. En “Los ángeles de Charlie” no cambiaban de personalidad, pero si de profesión y tenían que practicar los más diversos deportes y demostrar habilidad profesional como patinadoras, misses, azafatas, profesoras y un largo etc. En “Alias” como agentes de la CIA tenían que hablar en distintos idiomas y además disfrazarse.

Chacal tiene un poco de todo esto. Es un malvado inteligente y frío que controla perfectamente sus emociones y reacciona con celeridad ante el peligro. Se caracteriza para pasar por un atildado yuppie o un sudoroso y gordinflón recadero. Sabe pintar un coche, pilotar un barco etc. y todo lo hace eficientemente.

De las películas que tienen como personaje principal el Chacal las mejores son “El día del Chacal” (1973) protagonizada por Edward Fox y “Caza al terrorista” con Donald Sutherland entre otros. Esta versión de 1997 que cuenta con estrellas con Bruce Willis y Richard Gere en los papeles principales sufre de la comparación, pero con todo y con eso esta película es entretenida


Swimming Pool - François Ozon


“Sarah Morton (Charlotte Rampling), es una escritora inglesa de novelas policíacas de gran éxito, que viaja a Francia a la casa de su editor para descansar y poder escribir con tranquilidad. Pero una noche Julie (Ludivine Sagnier), la hija de su editor, se presenta en casa y convertirá el tranquilo hogar en un auténtico infierno.”
Este es el tipo de argumento de película que me provoca desconfianza y casi me disuade de verla. La parte que me inquietaba era la del auténtico infierno. Me imaginaba sufriendo toda la película por la pobre escritora en una suerte de versión gore de “El diablo sobre ruedas”. Finalmente vencí mi prevención y la ví. Empezó bien, la escritora no era dulce e indefensa, era seca y algo brujilla. François Ozon muestra su psicología a través de lo que los enemigos del cine francés llamarían “escenas innecesarias” de la vida cotidiana. También por sus elecciones de vestuario, comida etc. La llegada de Julie, la hija de su editor no hace su vida un infierno. Aunque molesta al principio, Julie resulta ser un revulsivo y una inspiración para la escritora. Ni siquiera un suceso trágico e inesperado digno de una de sus novelas policiacas turba mucho a Sarah. La amoralidad con que utiliza todo aquello que puede servir en su proceso creativo es fascinante. La experiencia en Francia la revitaliza, pero nunca deja de ser ella misma. No sólo ha escrito su novela, también se ha liberado mentalmente de su editor.
Como todo buen cine se puede ver desde muy distintos ángulos. Por ejemplo, siempre me ha interesado el contraste entre el estilo de vida inglés y francés (o anglosajón y latino). Es un tema muy explotado en literatura y cine; Sarah no se viste, se cubre; no come, se alimenta de una especie de yogur. Julie tiene una actitud epicúrea hacia la vida, es abiertamente sensual y disfruta del paté y el vino blanco. Me gustaría tener una casa de verano en la Provenza parecida a esta, la piscina perfecta y el sol cegador...



Cine de verano


En “La noche se mueve” un personaje dice que ver una película de Rohmer es como ver crecer la hierba. Y es que Rohmer es un gusto adquirido, su ritmo lento puede aburrir a muchos, puede chocar la ausencia de música y la deliberada carencia de artificio. Que guste o no guste Rohmer depende en gran medida de la capacidad de los espectadores para empatizar con los personajes, identificarse con ellos y reconocer en ellos a los que les rodean. El diálogo es la herramienta clave para revelar el interior, igual que los gestos cotidianos. Los personajes explican sus teorias sobre el amor, la filosofía, la belleza, la oposición campo-ciudad etc. El resultado es tan natural que la experiencia resulta casi voyeurística. Si algo se le puede reprochar son algunos de sus finales demasiado optimistas para ser realistas, pero eso también forma parte del encanto de Rohmer.

No podría decir si son obras maestras porque nunca intento juzgar objetivamente novelas o películas. Sé que me gustan porque algunos de sus elementos reflejan mis propios pensamientos y gustos. La estética de Rohmer contribuye a el gran placer que me proporcionan sus películas. Los entornos arquitectónicos y naturales estan cuidadosamente elegidos y se corresponden con los sentimientos de los personajes. Algunas de sus películas me parecen perfectas para ver en verano, sus paisajes ideales para pasar unas vacaciones provocan envidia. Lagos de aguas azules y cristalinas en “La rodilla de Clara” y “El amigo de mi amiga”; las playas de “Pauline en la playa”, “Cuento de verano” y “El rayo verde”; el campo en “Cuento de otoño”, “La coleccionista”, “Cuatro aventuras de Reinette y Mirabelle” y “El árbol, el alcalde y la mediateca”... Las calles de Clermont-Ferrand podrían ser de un pueblo español. La ropa que aparece en sus películas de los 80 y los 90 es muy similar a la que se llevaba en España en la misma época. En conjunto todo resulta muy cercano y familiar. Apenás pasa nada, no trata de grandes dramas, sino de experiencias y luchas internas semejantes a las que puede tener cualquiera.

Et in Arcadia ego


He vuelto a ver recientemente la serie de 1981, “Retorno a Brideshead” basada en la novela de Evelyn Waugh. También ha sido adaptada al cine hace poco. No he visto la película, pero creo que la miniserie es difícilmente superable por su fidelidad a la novela, su banda sonora y su cuidada ambientación. Es una de esas raras ocasiones en las que se puede decir que la adaptación refleja perfectamente la novela.
De algunos actores como poco se puede decir que estan correctos en su papel y de otros que sus interpretaciones son absolutamente impagables. John Gielgud como Edward Ryder el padre del protagonista, hace plena justicia al preciso e irónico manejo del lenguaje de su personaje. La serie le debe también algunas de sus escenas más cómicas a Nickolas Grace como el audaz esteta Anthony Blanche. Se pierde mucho si se ve doblada, es mucho mejor en mi opinión ver la versión original subtitulada en inglés o en español.
Visualmente es todo un espectáculo de suntuosos escenarios que traslada a un estilo de vida extinto. La costumbre de vestirse para cenar, esmoquin los hombres y traje largo las mujeres. La hora de los cócteles, oporto en la cena y vuelta a echar un traguito después, toda una prueba para el pobre Sebastian. Y como no, la caza del zorro, lo siento claro esta por el pobre animal, pero al ver la serie parece casi estar viviendo el vertigo de la velocidad cabalgando y saltando los muros de la campiña inglesa.
La serie se va ensombreciendo según avanza hacia el final que captura perfectamente la nostalgia por la juventud perdida y la decadencia de la aristocracia tras la guerra. La primera parte es mi favorita es el retrato de la idílica vida estudiantil en Oxford. Lo más proximo a Oxbridge que hemos tenido en España ha sido la Residencia de Estudiantes. He incluido la fotografia de Salvador y Ana María Dalí junto a la de la serie porque la relación Lorca-Dalí tiene también algo lejanamente reminiscente de Brideshead, aunque sólo sea por el osito, el juguete favorito de la infancia de Dalí y de Lord Sebastian Flyte.