“Mi cena con André” de Louis Malle me parece la película de ideas por excelencia y fue reconocida en su día por su concepción novedosa. A excepción de un preámbulo y un prólogo el resto del tiempo se dedica íntegramente a una conversación durante una cena en un restaurante. Los dos únicos protagonistas son versiones ficcionalizadas de Wallace Shawn (Wally en la película)y André Gregrory que además de actores son escritores y directores de teatro (otra película en la que participan ambos es “Vania en la calle 42”). Escribieron el guión basándose en múltiples conversaciones entre ellos grabadas en cintas. Aunque hay elementos autobiográficos de Shawn y Gregory, sus rasgos personales han sido modificados y exagerados. La historia comienza cuando Wally (que está pasando apuros económicos mientras intenta abrirse paso en el mundo teatral) queda para cenar con el que fuera en tiempos su mejor amigo, André. Wally acude a la cita con cierta reticencia porque le han comentado que André no es el que solía ser y está sufriendo algún tipo de crisis de identidad.
Wallace Shawn es hijo del que fue durante muchos años editor de la prestigiosa revista “The New Yorker”, William Shawn. “Crecí en el Upper East Side. Cuando tenía diez años era rico, un aristócrata. Todo el día en taxi, rodeado de comodidades... y sólo pensaba en el arte y en la música. Ahora tengo 36 años...y sólo pienso en el dinero”. Estas líneas podrían muy bien estar basadas en su propia experiencia, pero según ha confesado a Noah Baumbach su propósito al escribir el guión era destruir al tipo que interpretaba, matar esa parte de sí mismo que estaba motivada por el miedo. Lo que sí comparte Wallace con el personaje de ficción es el escepticismo en cuanto a las experiencias sobrenaturales.
La conversación comienza con la narración por parte de André Gregory de diversas experiencias teatrales y místicas. Esta parte es verídica, porque en un momento dado de su vida Gregory abandonó el teatro y comenzó a viajar y a realizar experimentos “New Age”. La primera vez que vi "Mi cena con André" el personaje de André me resultó irritante y terriblemente pretencioso. Aunque me parece un buen narrador de historias después de media hora puede comenzar a ser pesado.Alguna de las historias (que transcurren en diversos países) son muy curiosas, otras me hicieron entornar los ojos. Ahora las veo con más tolerancia porque, después de todo, los dos personajes están buscando dar un sentido a su vida. André busca este sentido en lo extraordinario, en la búsqueda del conocimiento y de nuevas revelaciones. Y hay que reconocerle el valor y la energía para alejarse de la comodidad y entregarse a la aventura.
Sin embargo, la parte que considero más interesante es la segunda cuando Wally comienza a intervenir más en la conversación. A partir de este punto y con el intercambio de experiencias comienzan a tratarse muy diversos temas. ¿Cuándo miramos a los demás nos quedamos en lo superficial? ¿La vida es un teatro en el que todos estamos representando un papel? ¿Por qué tienen éxito los libros de autoayuda’ ¿Nos refugiamos en un mundo onírico para no tener que enfrentarnos a la realidad de nuestra desorientación? ¿Estás viviendo de verdad si vives en la rutina? ¿Te separan las comodidades de la vida real? ¿Cómo afectan los prejuicios en tu interacción social? ¿Puede el teatro despertar al público insensibilizado por todo lo que ve diariamente? Wally comienza a discutir las ideas de André, piensa que no es necesario viajar al otro lado del mundo o vivir experiencias extremas para percibir la realidad en toda su intensidad. En Nueva York puedes hacerlo también, lo real es real en Nueva York y en el Monte Everest.
La visión de la humanidad que tiene André es muy negativa y las soluciones que propone muy utópicas y extremas. La respuesta de Wally es que intenta enfrentarse con los problemas más prosaicos y disfrutar de los pequeños placeres a su alcance. Y así sigue cuestionando todo lo que le ha contado Andre durante la cena. Se discuten las creencias irracionales frente al pensamiento científico y los excesos hacia un extremo y hacia el otro, el matrimonio… Para concluir la película con la frase “Cuando por fin llegué, Debby ya había llegado de trabajar. Le conté toda mi cena con André.”