American Gods

Cuando me enteré de que American Gods estaba a la cabeza, en una gran encuesta organizada por Tor.com, como la mejor novela de género fantástico de lo que llevamos de S. XXI, me sorprendí. Vaya por delante que soy un auténtico fanático de Neil Gaiman. En la distancia corta me parece probablemente el mejor autor de la actualidad. Pero en cuanto la historia se expande su ritmo suele tornarse inconsistente, por más que su prosa de párrafo breve y frase certera siga siendo una delicia.

Pero, después de leerlo, entendí el porqué de ese amor hacia este título. Entendí el porqué del Bram Stoker Award, del World Fantasy Award y de las palabras de extraordinario aprecio que autores de la talla de Patrick Rothfuss le dedican.

Y lo curioso es que una novela puramente Gaiman. Es decir, su error habitual está ahí: lagunas en el ritmo, pasajes que se extienden con muy poco avance narrativo y escasa justificación racional para adoptar tal decisión. Al menos, aparentemente.

Pero “American Gods” es una de esas obras imperfectas que no solo se sobreponen a sus defectos, sino que resultan mucho más interesantes que otras obras más pulidas. Además, cuenta con una ventaja que escasas veces encontramos en las novelas de género. Es el reflejo perfecto, como pocas obras de ficción, de los tiempos en los que ha brotado. Y este reflejo se le debe a un extraordinario y bizarro personaje principal que camina por la senda contraria a la que suele transitar cualquier héroe de ficción: Sombra.

Ex-convicto, Sombra sale por fin de la cárcel tras tres años por un crimen relacionado con un robo del que nunca conoceremos los detalles. Pero sus cuitas no se han quedado en la celda, ya que a la llegada a su supuesto hogar descubre que su mujer está muerta. Es más, falleció en un accidente de tráfico con la polla en la boca de mejor amigo, Robbie.

Desde este arranque ya descubrimos cuáles serán las constantes de Sombra como ser humano. Que casi no es humano. Es una sombra de un individuo. Increíblemente (pues cualquier planteamiento narrativo que incluya un protagonista sobre el que recaiga el peso de la historia, suele ser activo o evolucionar hacia la acción y heroicidad), Sombra se pasa toda la novela sufriendo pasivamente la trama, no moldeándola o revelándose contra ella. Es como un espectador televisivo ya entrado en años que mira sin ver la caja parlante. Es como un oficinista que redacta informes mecánicamente, un engranaje más ausente ya de cualquier iniciativa propia. Es el hombre que engendró el S. XX y que este S. XXI, aún joven, ya comienza a cuestionar.

El marco para llevar a este personaje a sus límites y forzarlo a convertirse en algo sustancial, a dejar de ser sombra, extraordinario. Dos bandos de dioses luchan por el poder de siempre: el culto de los individuos. Por un lado, los dioses de la tecnología y la información, claros ganadores de estas últimas décadas, encabezados por Mundo, el epítome de la globalización mercantil y social. Por otro, los dioses de siempre, infinitamente variados en su espectro y dependientes de cultos menguantes que han empequeñecido sus fuerzas hasta el punto que muchos afrontan la extición; su líder, Wednesday, es decir, Odín.

Y en el medio, Sombra, un hombre que vive sin querer vivir, sin propósito alguno y que será clave para que esta guerra encuentre algún tipo de desenlace.
Súmesele un viaje al más puro estilo road-movie por Estados Unidos, más una serie de relatos también ambientados en este país (clave por ser un país sin dioses definidos, con una colisión de culturas y creencias como en ningún otro lugar del planeta) con cariz auto-conclusivo y se tendrá un fresco extraordinario en el que Gaiman, como siempre, extrae lo íntimo de lo épico, articulando un universo y conflicto de Tolstoi u Homero y desarrollándolo como un Dostoyevski.

Los fallos de ritmo están presentes, sí, sobre todo en el tramo medio de la novela, que parece congelarse, irónicamente, en la helada región de Lakeside, sin que sucede avance en la trama durante no pocas páginas dedicadas a explorar el tempo existencial del personaje y que sin duda se podían haber acortado.

Pero un hechizo que persigue resultados muy concretos a veces exige de rituales repetitivos y cansados. Y solo aquellos aptos para enfrentarse a un posible aburrimiento pasajero consigan invocar los resultados más maravillosos.

Y para terminar, un fragmento, no de Gaiman aunque sí citado por él al comienzo del capítulo VII, que ilustra como pocos qué es un dios. Lo firma Wendy Doniger O’Flaherty en la introducción de sus Hindú Myths.

«Son actores que interpretan un papel que en realidad, está hecho a nuestra medida, son las máscaras bajo las que vemos nuestros propios rostros».

Notas para escritores:

Sobre todo, estudiar al milímetro la composición de párrafo de Gaiman. Parece el ideal del “Elements of Style”, posiblemente el mejor libro jamás escrito para proto-escritores. Párrafos muy cortos, tres cuatro líneas, con frases rondando las ocho palabras. Capacidad de condensar las descripciones en detalles muy concretos que evocan el conjunto con tremenda fuerza.

También estudiar la composición de la novela, la intercalación de esas historias individuales que interrumpen el flujo natural de la historia, pero que consiguen establecer un diálogo con el resto de la obra y enriquecerla merced a la integración (no argumental, al menos, no siempre, pero sí tonal) con el periplo por USA de Sombra.

Personajes. Si algo ha tenido, tiene y tendrá Gaiman es una capacidad excelsa para crear un inacabable elenco de personajes interesantes e icónicos en su aspecto. Fíjate en qué decide describir de su gestualidad, aspecto físico y vestimenta. Fíjate que atributos emocionales es capaz de expresar solo mediante vía del diálogo (laconismo de Sombra versus prepotente exhuberancia de Wednesday). Fíjate en la complejidad de sus reacciones emocionales, que consiguen sorprender precisamente por resultar totalmente coherentes con el planteamiento del personaje. Fíjate, fíjate, fíjate. Y recuérdalo cuando empuñes tu pluma.

Título: American Gods
EDITORIAL: Norma Editorial
ISBN: 978-84-84316275
Autor: Neil Gaiman
Páginas: 477