Jim Prideaux y Bill Haydon

«Querido Fan, me atrevo a insinuarle que mueva un poco su persona por ahí, a fin de investigar un poquito la personalidad de un joven caballero cuyo nombre le doy en el adjunto fragmento de piel humana» (Una superflua nota de los inquisidores aclaraba que el estudiante en cuestión era Prideaux.) «Probablemente considera usted a Jim —si es que le conoce— un atleta notable. Lo que usted no sabe, y debiera saber, es que Jim es un lingüista en modo alguno desdeñable, y que no tiene ni un pelo de idiota...» (A continuación constaba un resumen biográfico sorprendentemente detallado y exacto: Lycée Lakanal de París, matriculado en Eton aunque no ingresó, externo en los jesuitas de Praga, dos semestres en Strasburgo, padre banquero en Europa, pequeña aristocracia, vida independiente... )...) 
«De ahí los amplios conocimientos que de extranjeras tierras atesora Jim, y también su ligero aire de huérfano que encuentro irresistible. Dicho sea incidentalmente, pese a que está formado por diferentes partes de Europa, no debemos dejarnos inducir a error por ello, ya que Jim, en su versión completa, es íntegramente nuestro. En la actualidad es un muchacho un tanto entregado a formularse preguntas y a la exploración mental, debido a que acaba de darse cuenta de que hay un Mundo situado más allá de los límites de las aulas, y este Mundo soy yo.» 
« Pero primero debo contar cómo le conocí.» 
«Como usted sabe, querido Fan, obedeciendo a una costumbre mía (y órdenes suyas), de vez en cuando me atavío con arábigas prendas y bajo a los zocos, en donde me siento entre los grandes guarros, y presto oídos a las palabras y al mundo de sus profetas, con la finalidad de poderlos confundir mejor, cuando el día llegue. Aquel día, el agorero en vogue, procedía del mismo corazón de la Madre Rusia. Se trataba de cierto académico llamado Kblebnikov, actualmente agregado a la Embajada soviética en Londres, hombrecillo alegre y simpaticón, que acertó a decir unas cuantas cosas ingeniosas, entre las habituales tonterías. El zoco en cuestión era un club de debates llamado los «Populares», rival nuestro, mi querido Fan, y bien conocido por usted, gracias a otras incursiones que en él he efectuado. Después del sermón nos sirvieron un horriblemente proletario café con leche, acompañado de un terriblemente democrático panecillo, y me fijé en un corpulento muchacho que estaba sentado solo, en el fondo de la sala, por ser, al parecer, demasiado tímido para alternar con los demás. Su cara me era algo conocida, por haberla visto en el campo de cricket, ya que jugamos en un mismo equipo ocasional y tontamente formado, sin que intercambiáramos ni media palabra. La verdad es que, no sé cómo describir a este muchacho. En serio, Fan, este chico tiene las cualidades precisas.» 
En este punto, la caligrafía, hasta ahora rígida e incómoda, adquiría un trazo holgado y fluido, al entrar en calor el autor de la carta: 
«Tiene esta pesada serenidad que impone. Hombre de cabeza dura, en el sentido literal de la palabra. Es uno de estos hombres astutos y silenciosos que dirigen el equipo sin que nadie se dé cuenta. Fan, usted sabe muy bien lo mucho que me cuesta actuar. Sin cesar tiene usted que recordarme, recordarme intelectualmente, que si no pruebo los peligros de la vida nunca llegaré a conocer los misterios de la misma. Pero Jim actúa por instinto... es funcional... Es mi otra mitad. Entre él y yo formaríamos un hombre maravilloso, con la sola salvedad de que ninguno de los dos sabe cantar. Y, querido Fan, ¿ha experimentado alguna vez la sensación de que forzosamente, de un modo irremediable, ha de trabar amistad con un desconocido o, de lo contrario, el mundo se derrumbará?» 
Aquí, la caligrafía volvía a disciplinarse. 
«—Yavas Lagloo —le dije, palabras que, si no me equivoco, significan, en ruso, "vayarnos juntos a la cabaña del bosque", o algo parecido— y él me contestó: "Ah, hola", que es lo que, a mi parecer, hubiera dicho si el arcángel Gabriel hubiese pasado por allí.» 
«—¿Qué dilema tienes? —le pregunté.» 
«—Ninguno —repuso, después de pensar durante casi una hora.» 
«—¿En este caso, qué haces aquí? ¿Si no tienes un dilema, por qué has entrado?» 
«Y, entonces, formó una grande y plácida sonrisa, nos acercamos al gran Khlebnikov, le estrechamos y sacudimos la pezuña durante un buen rato, y nos fuimos a mis habitaciones. En donde bebimos. Y bebimos. Y, querido Fan, Jim se bebió cuanto líquido vio. O quizá fui yo, no lo recuerdo. Y, cuando vino el alba, ¿sabe lo que hicimos? Pues se lo voy a decir, querido Fan. Nos dirigimos solemnemente al campo de deportes, yo me senté en un banco, cronómetro en ristre, el gran Jim se atavió de atleta y dio veinte vueltas. Veinte. Quedé agotado». 
«Cualquier día iremos a verle, querido Fan, por cuanto Jim no pide más que estar en mi compañía o en la de mis perversos y divinos amigos. En resumen, me ha nombrado su Mefistófeles particular, y estoy vastamente emocionado por tal honor. A propósito, es virgen, mide unos dos metros y medio, y parece construido por la misma firma que hizo las pirámides. No se alarme, sin embargo.» 
Así terminaba el documento. Smiley volvió con impaciencia las amarillentas páginas, en busca de manjares más fuertes. Los profesores de ambos hombres atestiguan (veinte años después) que es inconcebible que entre los dos hubiera algo más que una relación «puramente amistosa»... No se pidió el testimonio de Haydon. El profesor expresamente asignado a Jim dice que es «intelectualmente omnívoro, después de un largo período de inanición», y rechaza toda posibilidad de que fuera «rojillo». La entrevista que tiene lugar en Sarratt comienza con largas excusas, en atención a la soberbia hoja de servicios de Jim durante la guerra. Después del amaneramiento de la carta de Haydon, las respuestas de Jim son agradablemente francas y directas. 

El topo, John Le Carre

Tinker, Tailor, Soldier, Spy (El topo) no es una película luminosa, predominan los tonos sepia, el vestuario gris y el ritmo pausado. Lo que hace un buen espía de un hombre como Smiley es su capacidad para desaparecer y fundirse en su entorno. Es un personaje muy distinto de los que Gary Oldman ha interpretado a lo largo de su carrera. O quizás no tan distinto del actor que reconoce que cuando va por la calle raramente es reconocido.

Los actores tienen que condensar páginas de la novela con una simple expresión y dos frases. Como la mirada de Oldman cuando se reconoce en una de las fotos de los sospechosos de ser “el topo” que Control había pegado sobre unas piezas de ajedrez. Y uno de los aciertos de la adaptación es el añadido de la escena de la fiesta de Navidad que no figura en la novela de Le Carre. En ella se da de manera muy sutil con una sola mirada la clave de la relación de Jim Prideaux (Mark Strong) y Bill Haydon (Colin Firth).

Jim Prideaux

En el curso de aquel trimestre de verano, los chicos de la escuela honraron a Jim dándole un apodo. Probaron varios apodos, antes de encontrar uno que les dejara satisfechos. Primero probaron el apodo de «Soldado» que reflejaba los matices militares de su personalidad, sus ocasionales y totalmente inocentes palabrotas, y sus solitarios paseos por Quantocks. De todos modos este apodo no cuajó, por lo que los chicos probaron los de «Pirata» y «Goulash». Este último se lo dieron por su afición a la comida fuerte, por el olor a cebollas y pimienta que llegaba a sus narices, en cálidas oleadas, cuando pasaban por el Hoyo, camino de Evensong. También le llamaban «Goulash» por su perfecto acento francés, que tenía cierta calidad espesa, como de salsa. Spikely, de la clase Quinta B, sabía imitar de maravilla el acento de Jim. «Ya has oído la pregunta, Berger. ¿Qué está mirando Emil? —convulsivo ademán de la mano derecha—. Y no me mires así, que no soy un fantasma. Qu'est ce qu'il regarde, Emil, dans le tableau que tu as sous le nez? Mon cher Berger, si no se te ocurre pronto una decente frase en francés je te jetterai toute suite par la porte, tu comprends, pedazo de animal?» 
Pero estas terribles amenazas jamás fueron llevadas a efecto, ni en francés ni en inglés. Se daba la rara circunstancia de que las amenazas aumentaban la aureola de bondad que no tardó en rodear a Jim, una bondad que sólo puede darse en los hombres corpulentos, contemplados con ojos infantiles. Sin embargo, «Goulash» tampoco les dejó satisfechos. En el apodo faltaba el matiz de fortaleza que había en la personalidad de Jim. No reflejaba el carácter apasionadamente inglés de Jim. 
(…) 
Pese a sus tendencias a ser tolerante, Jim gozaba del prestigio de conocer a fondo la mentalidad delincuencial. Se dieron varios ejemplos de lo anterior, pero el más destacado ocurrió pocos días antes de que terminara el trimestre, el día en que Spikely descubrió en la papelera de Jim un borrador de las preguntas del examen del día siguiente, y lo alquiló a sus compañeros al precio de cinco peniques. Fueron varios los muchachos que pagaron el precio y, además, pasaron una triste noche aprendiéndose de memoria las respuestas, a la luz de una linterna, en el dormitorio. Pero, en el momento del examen, Jim formuló unas preguntas totalmente diferentes. 
—Estas preguntas las podéis leer y releer gratis —gritó. 
Y se sentó. Abrió el «Daily Telegraph» y se entregó a la lectura de las últimas opiniones de los fantasmas, que eran, según habían llegado a averiguar los alumnos, casi todos los individuos con pretensiones intelectuales, incluso en el caso de que escribieran en defensa de la causa de la Reina. 
(…) 
Por fin, se produjo el incidente de la lechuza, que ocupo un lugar aparte en la mente de los alumnos y en la opinión que de Jim tenían, debido a que en él intervino la muerte, fenómeno ante el que los niños reaccionan de manera diversa. Seguía haciendo frío, por lo que Jim llevó a la clase un recipiente con leños, y un miércoles encendió la chimenea, se sentó de espaldas al calor y procediendo a leer un dictée. Primeramente, cayó un poco de hollín, de lo que Jim no hizo caso, y luego cayó la lechuza, una lechuza grande que había anidado en la chimenea, sin la menor duda, durante los abundantes veranos e inviernos del mandato de Dover, en que la chimenea no funcionó. La lechuza estaba ahumada, deslumbrada, y con el cuerpo negro de tanto darse contra las paredes. Cayó en el fuego, y luego saltó al suelo, quedando allí, formando una pelota y rebullendo con ruido de aleteo, como un mensajero del infierno, jorobada pero respirando, con las alas abiertas, mirando directamente a los muchachos a través del hollín que le cubría los ojos. Todos quedaron atemorizados. Incluso Spikely, el héroe, estaba atemorizado. Todos salvo Jim, quien en un abrir y cerrar de ojos, cogió a la lechuza, le plegó las alas, y con ella salió de clase, sin decir palabra. Pese a que los alumnos aguzaron el oído, nada oyeron, hasta que por fin les llegó el sonido del manar de agua, al final del corredor, indicativo de que Jim se estaba lavando las manos.
—Está meando —dijo Spikely. 
Y estas palabras provocaron risas nerviosas. Pero, al salir de clase, descubrieron a la lechuza, plegada, formalmente muerta, esperando el entierro, sobre un montón de leña, junto al Hoyo. Los más valerosos comprobaron que la lechuza tenía el cuello quebrado. Sólo un guardabosques, dijo Sudeley, quien tenía uno en su casa, era capaz de matar tan hábilmente a una lechuza. Entre los restantes miembros de la comunidad de Thursgood la opinión que Jim merecía no era tan unánime. La sombra del señor Maltby, el pianista, no se había desvanecido todavía. La matrona, coincidiendo con Roach, sostenía que Jim era un héroe y que necesitaba ayuda; era un milagro que se pudiera desenvolver en la vida, con semejante espalda. 

El topo, John Le Carre 

Aunque la versión cinematográfica de “El topo” me ha gustado mucho, el límite temporal de la película ha impedido que en algunos aspectos sea tan completa como la serie que realizó la BBC en 1979. El actor que interpreta a Jim Prideaux (Mark Strong) me parece que hace una interpretación más que correcta. Sin embargo, el guión no profundiza en el personaje y se pierden las cualidades que lo hacen tan entrañable en el libro. De hecho, el incidente de la lechuza en la película es mucho más brutal y menos propio de Jim.
La primera foto es de la serie del 79 y el resto de la película del 2011.

Citas del mes de abril





«Hijo de mi vida, ¿has encontrado alguna quimera? El marinero que me mandaste me ha dicho que eras imprudente. Eso me ha tranquilizado. Sé siempre muy imprudente, pequeño mío, es la única manera de disfrutar un poco de la vida en esta época prosaica.
(…)
Tengo miedo de que no cometas locuras. Eso no te privará de la gravedad, ni de la melancolía, ni de la soledad: las tres golosinas de tu carácter. Puedes ser grave y loco, ¿qué lo impide? Puedes ser todo lo que quieras y loco por añadidura, pero hay que ser loco, hijo mío. Observa a tu alrededor un mundo en el que crecen sin cesar las gentes que se toman a sí mismas en serio. Además de cubrirse de un ridículo irremediable ante espíritus como el mío, hacen que su vida adolezca de un peligroso restriñimiento. Son exactamente como si, a la vez, se hartaran de mondongo, que laxa, y de nísperos del Japón, que restriñen. No he encontrado imagen mejor que ésa.
(…)
Mi madre no hace nada sin poner en ello el alma. Es la Primavera. Tiene constantemente su dedo debajo de mi nariz para obligarme a levantar la cabeza y tener la vista alta.

El húsar en el tejado, Jean Giono




Etapas

Como cada flor marchita,
Y toda juventud con la edad decae,
Así florece cada etapa de la vida,
Florece cada sabiduría y cada virtud a su tiempo,
Y no puede durar eternamente.
El corazón debe estar, a cada llamada de la vida,
Presto a la despedida y los nuevos comienzos,
Para con valentía y sin remordimientos,
Entrar en nuevas ligazones.
Cada comienzo está lleno de una magia
Que nos protege y nos ayuda a vivir

Hemos de atravesar alegres espacio tras espacio,
No depender de hogar alguno,
El espíritu cósmico no quiere encadenarnos,
Quiere elevarnos etapa tras etapa,
Ampliarnos.
Apenas nos aclimatamos a un círculo de vida,
Cuando el hábito familiar hace la indolencia,
Sólo alguien que esté preparado para salir y viajar,
Puede escapar del hábito paralizante.

Quizá también la hora de la muerte
Nos envíe a espacios nuevos,
Nunca tendrá fin en nosotros la llamada de la vida...
¡Bien, pues, corazón, despiértate y sana!

Hermann Hesse


Este último mes me he encontrado con varias películas en las que madres tienen gran influencia sobre sus hijos varones. En “El húsar en el tejado” es una influencia bien patente aunque la cita es de la novela, no de la película. En “Drei” lo es menos, pero Tom Tykwer hace un homenaje al Vittorio de Sica de “Milagro en Milán” y la madre de Simon aparece transfigurada en ángel y recita su poema favorito de Hermann Hesse. Casualmente también he visto “Savage Grace” con Julianne Moore donde la influencia materna es mucho más negativa. Un poco a lo Hitchcock en “Psicosis”.

3 (Drei), Tom Tykwer




Hanna y Simon son una pareja de cuarenta y pocos años que llevan juntos cerca de 20. Aunque continúan amándose han dejado atrás la pasión. Los dos conocen por separado a Adam y comienzan una relación con él sin que el otro lo sepa. El tema de las casualidades está muy presente y me recuerda a Krzysztof Kieslowski. Por cierto Tom Tykwer (“Corre Lola corre”) filmó “En el cielo”, con guión de Kieslowski. Más de una vez durante la película Tykwer divide la pantalla y en distintos recuadros tienen lugar varias escenas simultáneamente lo que obliga a mantener la atención para no perderse detalles.
Dos factores importantes en “Tres” y a veces interrelacionados son la ciencia y el arte. En el medio social de Hanna y Simon es natural relacionarse acudiendo al cine, al teatro, a exposiciones... Simon es ingeniero y se dedica a construir grandes esculturas e instalaciones para artistas. Adam es un científico especializado en genética. Si Simon es artístico y Adam científico, Hanna está involucrada en ambos campos, ciencia y arte. Al principio de la película aparece en un congreso en el que la llaman doctora (¿en medicina?), pero también conduce un programa cultural en televisión. Es una mujer vital de mucho carácter que disfruta discutiendo. Y así conoce a Adam, discutiendo con él en el Congreso sobre Ética; el segundo encuentro tendrá lugar en el teatro (una representación de los “Sonetos” de Shakespeare) y la tercera en un partido de fútbol (porque como dice Adam “todo lo bueno viene de tres en tres”).
El personaje de Simon es muy tranquilo, inteligente e irónico. De repente se ve sacudido por una inesperada enfermedad y por la muerte de su madre. Eso le hace replantearse el tipo de vida que desea y le permite estar abierto a experimentar cuando conoce a Adam y se siente atraído por él. El contenido del poema favorito de la madre de Simon “Stufen” de Hermann Hesse es el centro temático de la película. Los personajes como en el poema de Hesse comienzan un nuevo ciclo sin aferrarse al pasado. Siempre me gustan las películas de dialogo brillante y un poco literarias. Hay quien valora sobre todo las películas por lo visual. Pero si puedes tener calidad en todo; imagen y palabras bien ensambladas. ¿Por qué conformarte con menos?
El stream of conscience es la forma narrativa utilizada para captar el monologo mental de Hannah y Simon. Esta técnica no es empleada con Adam que permanece gran parte del tiempo misterioso y ambiguo. Solamente en la tercera parte de la película vamos encontrando atisbos que dan la clave del personaje. Adam está divorciado y tiene un hijo adolescente al que ve un fin de semana de cada dos. El resto del tiempo lo dedica a su trabajo y a sus múltiples hobbies (tiene un barco, canta en una coral, practica motociclismo, fútbol y judo). Todo eso sin olvidar que mantiene relaciones sexuales ocasionales con hombres y mujeres. Su casa como acertadamente señala Hanna está desprovista de libros, dvds, cuadros... Según Tykwer todo eso que nos rodea es lo que nos define y estamos orgullosos de esos libros que hemos leído y de ese tipo de arte que nos gusta. Adam en cambio no quiere que la gente le defina antes de conocerlo. Cuando Hanna le pregunta ¿no lees? Adam dice que no con la cabeza, pero en una escena anterior aparecía en el autobús leyendo “Moby Dick” en su e-reader. Es necesario observar las imágenes cuidadosamente para valorar el impacto que Hanna y Simon han tenido en su vida.
No me entusiasma el final mudo de estética futurista tan aséptico y desapasionado. En la última parte me faltan los diálogos y las explicaciones. Si bien es verdad que si Tykwer hubiera querido introducir complejidad y profundidad, el final no podría ser tan optimista me temo. El resto me ha parecido brillante, los personajes de Hanna y Simon son de carne y hueso, llenos de matices. Y algunas escenas tienen ideas originales e imaginativas. Si a eso le sumamos que el tres es mi número favorito.

Caníbales y misioneros (Mary McCarthy)




Había escuchado hablar holandés.
Detrás de Aileen había un joven con el pelo rubio casi blanco y una mujer. Dirigió su atención hacia ellos. “¡Holandés! susurro. Aileen se volvió. “¿Y qué pasa por eso??” Van Bliet se restregó los ojos con la mano. Ningún extranjero lo entendería. Siempre le chocaba como algo curioso, casi asombroso, encontrar holandeses fuera de Holanda, donde debidamente pertenecían –como si fueran gentes de juguete salidas de una diminuta caja transparente donde vivían con su Reina y sus princesas y el Príncipe Bernard y Klaus y los tulipanes. En un poema había intentado expresar la idea de Holanda como un país imaginario, inventado por un escritor de viajes o un autor satírico convertido en narrador de cuentos para niños, en el que él mismo, pobre Henk, estaba condenado a haber nacido y a sentarse en un modelo a escala de Parlamento y a escribir desesperados versos que nadie sino otro holandés podría pronunciar o entender. Ser holandés era un cómico predicamento, más grotesco incluso que ser suizo. Ellos tenían relojes de pulsera y de cuco y queso con absurdos agujeros, en lugar de diques y molinos de viento y estrafalarios canales, pero al menos ellos tenían los Alpes como marca registrada en lugar de un país plano como el cuadro medieval del mundo, que no tenía ya credibilidad científica desde Colón y los navegantes.
Ninguna mente racional en este siglo podría creer en Holanda como un lugar real y encontrar holandeses fuera -en el mundo real- era una amenaza para la salud mental de cualquier holandés. Además, según fundamentos prácticos y también ontológicos, a Van Vliet no le importaba ser seleccionado como una pajita de un montón por desconocidos compatriotas de ojos perspicaces que tenían la ventaja de conocerle. “¡Van Vliet de Jonge! ¿Lo has visto?” la pareja detrás de él estarían diciéndose el uno al otro. En un pequeño país como Holanda, donde los principales salientes eran las antenas de televisión, era demasiado fácil ser una celebridad. Como líder de un nuevo partido a la izquierda del centro, era inevitable en la mayoría de las salas de estar, incluida la suya propia. Tras las famosas ventanas de cristal sin cortinas, cuando conducía hacía su casa en la oscuridad de la noche, se encontraba a sí mismo en serie en color Philips brillante, un gesticulante marioneta domestica, enmarcada en la caja.
En persona, no podía parar en una tienda de licores a por un vaso de genever (1) o comer un arenque de un puesto callejero sin causar una ligera agitación de reconocimiento. En la extendida familia de los Países Bajos, con su larga memoria característica, era lo único que se podía esperar; antes de haber sido diputado, había sido el descendiente de su padre y de su abuelo.
Pero fuera no era nadie, cosa que también era de esperar. Pocos años antes, una compañía holandesa había hecho una encuesta en Francia y Gran Bretaña y encontrado para su sorpresa que la vasta mayoría de los lectores de periódicos no podía identificar al Primer Ministro de Holanda (…) Cuestionados sobre otras figuras, la gente de más edad recordaba a la Reina Guillermina (…). Ser alguien y nadie era una ironía típicamente holandesa, en la que Van Vliet se deleitaba en el extranjero solo y no reconocido junto a un plato de callos o una andouillette en un bistró, ponderando los dichos “un pez fuera del agua” y “un gran pez en un estanque pequeño” con un melancólico encrespamiento -también típicamente holandés- de las fosas nasales, en su caso, por suerte, delicadamente delineadas.
Había estudiado la fisonomía de los Países Bajos y registrado sus expresiones como Narciso mirando en una piscina y había decidido que el ensanchamiento de las fosas nasales, llegando a inhalar a menudo en las mujeres, expresaba un humor profundo del alma nacional. Pero probablemente podría ser rastreado –parte de él era un materialista- al una vez extendido habito de aspirar rapé y a la acuosa atmosfera que había irritado los senos nasales durante siglos. No se encontraría en alemanes, incluso en aquellos de la adyacente Renania. La nariz y los conductos nasales eran el asiento de la vida mental holandesa, y la lenta admisión peristáltica de las fosas nasales, como un pensativo tracto digestivo, había sin duda sido un factor de desarrollo de la jovial estridencia de trompetilla de la voz holandesa, distinta de las guturales alemanas, ásperas desde la garganta. Igual que el idioma holandés era distinto del alemán y no, como algunos tontos insistían, un humilde primo hermano del orden del Schwyzer-dütsch(2).
(1)Genever .- La ginebra holandesa es conocida como jenever o genever y es diferente del estilo inglés, en el cual la bebida se obtiene de un destilado de cebada y en algunas ocasiones se envejece en barricas de madera. (Wikipedia)
(2)Schwyzer-dütsch .- Alemán de Suiza
Extracto de “Cannibals and Missionaries” de Mary McCarthy

“Cannibals and Missionaries” fue escrita en 1979, posiblemente entonces era más raro encontrarse un holandés fuera de Holanda. La expansión del turismo ha hecho que sea inevitable encontrarse holandeses veraneando en la Costa Brava, aunque no sepamos distinguir sus voces de las guturales alemanas. De todas formas, creo que el personaje de Henk (poeta y diputado holandés) es uno de los hallazgos de la novela.
La traducción de este fragmento la he hecho yo porque lamentablemente es una novela que sólo he podido encontrar en inglés. Las fotos también las hice yo en abril del año pasado.

El húsar en el tejado



“El húsar en el tejado” dirigida por Jean-Paul Rappeneau está basada en la novela del mismo nombre de Jean Giono. Angelo Pardi es un coronel de húsares, hijo natural de una duquesa, y miembro de la sociedad secreta de los Carbonarios. Angelo se refugia en Francia huyendo de sus enemigos políticos, los austriacos que dominan Italia. En la búsqueda de sus correligionarios exiliados en Francia encuentra una Provenza devastada por la epidemia del cólera. Dondequiera que va encuentra el espectáculo trágico de la muerte que se extiende con alarmante velocidad.
Angelo encuentra a un abnegado medico francés que viaja a los pueblos intentando encontrar supervivientes para tratar de curarlos. Se ofrecerá a acompañarle y ayudarle pero finalmente el médico también sucumbirá a la epidemia. El cólera permite mostrar la potencialidad del ser humano para la grandeza y la bajeza porque hace aflorar lo que en tiempos normales no muestra la gente; solidaridad, compasión, cobardía, violencia, egoísmo, avaricia… Es el cólera también el que revela las cualidades de héroe de Angelo; su nobleza, entrega, coraje y voluntad inquebrantable.
Cuando llega a Manosque, centro de la epidemia, es acusado de envenenar las fuentes y perseguido por una masa enloquecida por el miedo. Es obligado por tanto a ocultarse en los tejados. Acuciado por el hambre y el cansancio entra en una casa donde conoce a Pauline que le acoge. Finalmente contactara con su amigo Giuseppe que le hará entrega de una suma para dar a la causa cuando llegue a Italia. En su trayecto volverá a encontrar a Pauline. Juntos experimentaran aventuras e intensas experiencias. Aunque existe una atracción entre ambos Pauline está casada y los principios caballerescos de Angelo no le permiten sucumbir
La película se sirve de las cartas que Angelo escribe a su madre para revelar el mundo interior de Angelo. Y su madre aunque no aparezca en ningún momento es una fuerza poderosa. Le ha inculcado el sentido del honor y unas ideas poco convencionales. Le aconseja que sea imprudente, para ella él nunca es lo suficientemente loco.
Lo que me ha sorprendido en negativo es la insensatez de Pauline al querer volver a Manosque. En la novela de Giono no se comporta de esa manera y en la película me parece contraproducente porque resta respeto por la heroína que hasta ese momento ha dado muestras de entereza y valor admirables. El resto de los cambios no me parece que vayan contra el espíritu de la novela y contribuyen a agilizar la trama. La fotografía es de gran calidad y permite mostrar el verano en la Provenza en todo su esplendor.
Lo que más me atrae de la historia es el tratamiento del honor tan desprestigiado en nuestro tiempo. Me recuerda otra excelente película que trata también sobre el honor “Los duelistas” basada en “El duelo” de Conrad. En esta los personajes son también húsares, pero el concepto de honor es negativo. Para el fácilmente inflamable Feraud los duelos son bravatas y años después de desafiar a D’Hubert ni siquiera recuerda porque se bate. Su contrincante D’Hubert es incapaz -hasta el final- de poner fin a la locura por un concepto equivocado de lo que es el honor. En la novela de Giono, aunque no en la película de Rappeneau, Angelo se ve obligado a huir tras un duelo en el que ha dado muerte a un austriaco. Sus compañeros carbonarios le ordenaron asesinarlo o contratar a un asesino a sueldo, un método más eficaz y sin riesgo porque el fin justifica los medios. Pero Angelo piensa: “El hombre a quien yo maté vendía a los republicanos al gobierno de Austria y sus víctimas morían en prisión. Pero la cobardía nunca tiene buenas razones. Y es precisamente porque ese hombre era innoble que yo debía evitar serlo también. Lo maté en duelo. Así él tenía también las oportunidades que brinda el azar”.

Wuthering Heighs (Cumbres borrascosas)




Out on the wiley, windy moors
We'd roll and fall in green
You had a temper, like my jealousy
Too hot, too greedy
How could you leave me?
When I needed to possess you?
I hated you, I loved you too
Bad dreams in the night
They told me I was going to lose the fight
Leave behind my Wuthering, Wuthering
Wuthering Heights
Heathcliff, it’s me, Cathy I´ve come home
I'm so cold, let me in-a-your window
Heathcliff, it’s me, Cathy I´ve come home
I'm so cold, let me in-a-your window
Oh it gets dark, it gets lonely
On the other side from you
I pine alot, I find the lot
Falls through without you
I'm coming back love, cruel Heathcliff
My one dream, my only master
Too long I roam in the night
I'm coming back to his side to put it right
I'm coming home to Wuthering, Wuthering,
Wuthering Heights
(Chorus)
Oh let me have it, let me grab your soul away
Oh let me have it, let me grab your soul away
You know it's me, Cathy
Heathcliff, it’s me, Cathy I´ve come home
I'm so cold, let me in-a-your window

He descubierto hace poco esta canción de Kate Bush. La escribió cuando tenía 18 años y está basada en la novela Wuthering Heights. Se inspiro para escribirla en los últimos diez minutos de la versión de la película de 1970. A continuación leyó el libro y descubrió que compartía cumpleaños con Emily Brontë. Escribió la canción en unas pocas horas durante la noche. Esta escrita desde el punto de vista de Catherine y usa frases de la novela.
“Lyrically, "Wuthering Heights" uses several quotations from Catherine Earnshaw, most notably in the chorus - "Let me in! I'm so cold!" - as well as in the verses, with Catherine's confession to her servant of "bad dreams in the night." It is sung from Catherine's point of view, as she pleads at Heathcliff's window to be allowed in. This romantic scene takes a sinister turn if one considers the events of the book, as Catherine may well be a ghost, calling Heathcliff to join her in death.”

http://en.wikipedia.org/wiki/Wuthering_Heights_%28song%29

También yo vi una versión en televisión antes de leer la novela, no recuerdo cuál de ellas, pero lo que más me impresiono fue la escena de la aparición fantasmal en la ventana. He puesto la canción con escenas de la película de 1992 con Ralph Fiennes y Juliette Binoche. Es una versión fallida de la que todos los participantes reniegan. El director dice que era demasiado inexperto. Ralph Fiennes que la productora no se implico… De todas formas, es mi versión favorita. La de Wyler es la clásica, pero es un producto de su tiempo. El Heathcliff de Lawrence Olivier es atildado y dulcificado. Por el contrario el de Ralph Fiennes es violento y cruel como el de la novela. En comparación la Cathy de Juliette Binoche no es lo suficientemente salvaje, sólo caprichosa. A lo mejor el director pensó que los espectadores no iban a encontrar a nadie con quien simpatizar.

La hija de Robert Poste (Cold Comfort Farm)




Aunque la acción se sitúa en un futuro inmediato "La hija de Robert Post" (Cold Comfort Farm) de Stella Gibbons está estrechamente ligada a la época en la que se escribió. Es una parodia de las novelas rurales de moda en su tiempo y hace constantes alusiones a temas de actualidad en aquel entonces. Ese es quizás el principal hándicap con el que se pueden encontrar los lectores de la novela no familiarizados con el periodo en particular y con la literatura inglesa en general.

Flora Poste es una joven huérfana con pocas ganas de empezar a trabajar, dice que cuando tenga cincuenta y tres años le gustaría escribir una novela tan buena como “Persuasión” de Jane Austen pero mientras quiere pasar los próximos treinta años reuniendo material. La única manera de vivir sin trabajar hasta que “concierte su propio matrimonio” será ser acogida por alguno de sus parientes, preferiblemente una familia a la que pueda “ayudar”. Flora elige finalmente trasladarse con unos parientes que tienen una granja en Sussex (al parecer la Inglaterra profunda). Los Starkadder son primitivos y hoscos, pero Flora está decidida a “ordenar” la vida en la granja.

Flora es entrometida y muy segura de sí misma como la Emma de Jane Austen pero con el toque de sensatez del Jeeves de Wodehouse. La guía fundamental de su vida son los libros “Pensées” y “El sentido común de índole superior” del Abbé Fausse-Maigre (una literato inventado por Gibbons).

Se sitúa en la tradición de la novela cómica inglesa por lo que no es razonable buscar realismo en historia y personajes. Sin embargo, los caracteres no son meros clichés porque podemos ver la vanidad del beato, el ingenuo entusiasmo del mujeriego por el cine etc. A diferencia de por ej. Wodehouse, Gibbons da más que indicios de sus opiniones personales, en especial sobre lo que concierne al panorama artístico inglés. Uno de los personajes parodiados, Mr Mybug (“mi pesadilla”, “mi chinche”) obsesionado por el sexo y algo misógino es generalmente reconocido como D. H. Lawrence. El señor Mybug tiene la teoría de que las novelas de las hermanas Bronte fueron en realidad escritas por su hermano Branwell (porque una novela tan buena como “Cumbres borrascosas” no pudo escribirla una mujer). El alcoholismo de Bramwell era una añagaza para granjearse la confianza de la dueña de la cantina y poder llevar ginebra a sus hermanas que eran las verdaderas borrachas. Curiosamente una de las primeras reseñas que recibió “Cold Comfort Farm” esgrimía la teoría de que Stella Gibbons era un pseudónimo de Evelyn Waugh (una mujer periodista no podía escribir tan bien).

A lo largo de la novela se expresa cierto desprecio a los artistas bohemios tipo Bloomsbury. “Además, ¿era justo arrojar a Elfine, absolutamente inexperta en estas lides, a aquellos leones de Bloomsbury-esquina-con-Charlotte-Street que intercambiaban maridos y esposas todos los fines de semana de acuerdo con la moda más tolerante? Todas aquellas gentes siempre conseguían que Flora pensara en la descripción de los cerdos silvestres pintados en los floreros de la historia de Dickens: «Cada cerdo silvestre tenía la pata levantada en el aire, en doloroso ángulo, para mostrar que era perfectamente libre y feliz». Y debía de resultarles absolutamente descorazonador descubrir que cada nuevo amor era prácticamente igual al anterior: exactamente igual que soplar un globo tras otro en una mala fiesta, y descubrir que todos tienen agujeros y que no pueden hincharse adecuadamente.”

En la secuela “Flora Poste y los artistas” Stella Gibbons ahondaría en su crítica añadiendo a la caricatura de Lawrence las de otros artistas entre ellos el escultor Henry Moore. Gibbons no se escandaliza por la vida bohemia pero la rechaza con aburrida condescendencia. Ella como Flora con quien se identifica es con Jane Austen:

“—Si quieres que te diga la verdad —añadió Flora—, creo que tengo mucho en común con la señorita Austen. A ella le gustaba que todo a su alrededor fuera pulcro y agradable y amable, y a mí me pasa lo mismo. Ya ves, Mary —y aquí Flora comenzó a hablar con seriedad y a negar con el dedo índice—, a menos que todo sea pulcro y agradable y amable, la gente no puede siquiera comenzar a disfrutar de la vida. No puedo soportar el desorden.”. Y precisamente la actriz encargada de llevar al cine a Flora fue Kate Beckinsale que más adelante interpretaría a la Emma de Jane Austen para televisión.

El duque Hermosilla de Salvatierra



"Burgos, 13 abril
He encontrado a un español bastante más original que Ramón. No ha escrito nada y nunca escribirá, pero no comprendo por qué nadie ha escrito sobre él.
Es el duque Almagro Hermosilla de Salvatierra, último descendiente de una de las más gloriosas familias de la vieja Castilla. Fui a Burgos para ver el sepulcro del Cid Campeador y debo a mi viejo guía el conocimiento del duque. Me hallaba en la iglesia de San Pedro de Cerdeña, ante el monumento que el general francés Thiebault hizo construir en 1808, para osario del gran enemigo de los moros, cuando vi arrodillado al pie de la tumba a un viejo vestido de negro que parecía rezar con la cabeza escondida entre las manos. Cuando se puso en pie vi su cara más blanca que las candelas que ardían en el altar. Era de baja estatura, pero de bellas proporciones y engrandecido por aquella dignidad natural que se encuentra únicamente aquí. Al verme en contemplación ante el sepulcro se paró a mirarme y finalmente se acercó.
-¿Conque usted también se mantiene fiel al culto de nuestro Ruy Díaz de Vivar?
Le expliqué que era extranjero y que había ido únicamente por consejo del guía.
Pareció desilusionado y un poco entristecido, pero pronto se serenó.
-Me he quedado solo -dijo- para recordar el día de su muerte. Todos los años vengo aquí para hacer mis devociones en memoria suya. Yo desciendo de uno de los compañeros de armas del Cid y creo que él fue digno de ser venerado. ¿Sabe usted que Felipe II, el más grande de los reyes, elevó una instancia a Roma para su beatificación?
Salimos juntos de la iglesia. El duque Hermosilla de Salvatierra conoce Burgos mejor que cualquier arqueólogo. Cada piedra es para él una criatura viviente, un capítulo de la historia.
-No puede decir que ha visto Burgos -me dijo- si no visita mi palacio. No dejo entrar nunca a nadie, pero como le he visto ante el sepulcro del Cid el mismo día de su aniversario (que Dios le tenga en su gloria), haré para usted una excepción. Le espero mañana, después de la siesta.
En mi hotel pregunté detalles sobre el duque. Se extrañaron mucho de que me hubiese hablado.
-No habla con nadie -me dijo el camarero-, y a Burgos viene raramente. Es riquísimo y posee palacios en casi todas las ciudades de España. Cada palacio tiene su color y su particularidad. En Ávila tiene el Palacio Negro, donde todos los muebles y las tapicerías son de luto y donde pasa, habitualmente, la Cuaresma. En Toledo, tiene el Palacio Rojo, donde cada sala aparece pintada con frescos que representan los diversos antros del Infierno. Allí habitaba cuando era joven, con cuatro o cinco famosos toreros. En Madrid todos conocen su célebre Palacio de Oro, que a uno de sus antepasados costó veinte millones de reales. No lo abren más que para recibir al rey. Aquí en Burgos verá el Palacio Desnudo, el más antiguo de la familia. Lo más extraño es que en cada uno de estos palacios viven siempre servidores numerosos, desde el portero al cocinero, como si su dueño residiese en ellos siempre. Cada mayordomo tiene la orden de hacer preparar cada día la comida y la cena como si el duque estuviese presente. En Ávila, en Toledo, en Madrid, en Sevilla, en Burgos, dos veces al día se pone la mesa con toda su riqueza y los criados llevan los platos humeantes ante el sillón ducal, donde no está sentado nadie. Por la noche, se encienden los candelabros y los camareros esperan en silencio a su señor invisible. El duque está algunas veces fuera de España años enteros y en algunos palacios no le han visto más que dos o tres veces desde que es jefe de la familia. Pero la orden es obedecida en todas partes: cada día sus cocineros preparan en las diversas ciudades las cinco comidas y las cinco cenas. Si el duque no llega -y no llega casi nunca-, los servidores esperan una hora y luego se comen juntos lo que estaba destinado a su señor. Una fantasía de lunáticos sin hijos, que no sabe cómo gastar sus millones. Por otra parte, no ha querido en torno suyo ningún invento moderno. En sus palacios no hay luz eléctrica ni teléfono; para viajar no usa ni trenes ni automóviles, sino carrozas monumentales tiradas por cuatro mulas y seguido de postillones a caballo. Nadie se extraña: toda España sabe que es un loco.
La charla de José aumentó mi curiosidad por entrar en la cueva del viejo maniático. Al día siguiente, a las tres, alzaba la maciza anilla de hierro que colgaba en medio del portalón del Palacio Desnude. Un hombre vestido a la antigua, con un traje que me recordó el de los retratos del Tiziano, vino a abrirme y me condujo por una escalera que rodeaba un vasto patio.
Entré en una sala larguísima, apenas iluminada por tres ventanas, donde no se veía ningún mueble ni siquiera una silla. A ambos lados de una puerta, dos armaduras medievales, completas, con sus viseras bajas. El hombre me dijo que esperase y desapareció. Poco después vi, al lado mío, sin que me .subiese dado cuenta de por dónde había salido, al pálido duque.
-Siento -me dijo- no poderle hacer sentar, pero ésta no es mi casa, es el albergue de mis antepasados. Venga.
Me hizo pasar a otra estancia casi oscura que me pareció a primera vista llena de gente.
-No se asuste -murmuró el duque-, no hay nadie.
Miré en torno. Allí había unas diez figuras, hombres y mujeres, vestidos de aquella extraña manera que se ve únicamente en las óperas de Verdi y de Meyerbeer. Los hombres iban cubiertos de corazas y esquinelas y se mantenían fieramente en pie; las mujeres, medio ahogadas en sus velos y en sus sayas de brocado, se hallaban sentadas en cátedras de madera. Los rostros estaban descubiertos y tenían la inmovilidad de las figuras de cera.
-Uno de mis antepasados del siglo xv -dijo el duque- tuvo esta idea. La familia no debe olvidar a ninguno de los suyos. Los sepulcros, esparcidos en las iglesias, ocultan el aspecto de nuestros muertos, y los retratos, tal como se estilan, no dan la impresión de la realidad. Desde el tiempo de Gómez IV, en 1432, de cada difunto se sacó la mascarilla en cera para conservar a través de los siglos su verdadera fisonomía, y un maniquí de las mismas proporciones fue vestido con los mismos trajes que había llevado en sus últimos tiempos su modelo. De cada antecesor mío, en suma, se ha hecho un «doble», lo más semejante posible al aspecto que tenía en vida. Nuestra familia, a través de cinco siglos, se halla siempre reunida, al menos en el espacio, aunque separada por el tiempo. Uno solo falta: el duque Sánchez VIII, que en el Setecientos vivió casi siempre en París y quiso sustraerse, como «afrancesado» que era, al mandato de los abuelos.
Pasamos a otra sala y luego a otra. Los vestidos cambiaban, pero en los rostros inmóviles se encontraban siempre los trazos de la primera fisonomía. Eran Grandes de España, vestidos severamente de negro, con collares de oro sobre el pecho; abadesas carmelitas, que estrujaban entre sus manos enguantadas grandes rosarios de piedras preciosas; muchachos enflaquecidos que mostraban el rostro de cera sobre gorgueros; generales con jubones constelados de plata, que se apoyaban sobre la cazoleta cincelada de un espadón de gala, jovencitas un poco gordas cuyo busto emergía entre enormes faldas de seda recamada de perlas; viejos encorvados y encogidos en pesadas zamarras de piel. En la última sala aparecían los primeros sombreros de copa, los paletós románticos, los pantalones de trabilla, y las señoras se hallaban sentadas sobre gigantescas campanas de crinolina.
-Ninguna otra familia en el mundo -decía el duque- ha tenido este pensamiento. Los Salvatierra son los primeros, no sólo en la guerra, sino en el culto a los muertos. Yo no estoy nunca solo. Me basta con venir a estas salas y me encuentro en medio de los míos, incluso de aquellos que no conocí. Las otras familias se contentan con miniaturas que se pierden, con pinturas que se agrietan y ennegrecen; aquí encuentra usted la copia fiel de la vida. Dentro de estas paredes aparecen cinco siglos de vida conservada, como observa, de un modo visible.
En verdad, muchas de aquellas lívidas máscaras se habían deformado por efecto del calor y del tiempo y se habían vuelto todavía más espantosas. Algunas bocas contraídas parecía que hiciesen burla tras las espaldas del duque. Los ojos de cristal, entre los mechones de las pelucas desteñidas, se habían hecho estrábicos a fuerza de contemplar, durante siglos, la nada. Alguna nariz había desaparecido, alguna oreja se había agrietado o había caído. Los vestidos, casi todos bellísimos, se hallaban cubiertos de polvo y mordidos por la polilla. El duque parecía no darse cuenta de nada. De cuando en cuando se paraba ante uno de aquellos lúgubres fantoches.
-Éste fue Gran Inquisidor de España en 1625. Siete. mil condenas, de ellas más de mil a fuego. Éste era el Comendador de Santiago, amigo del famoso Tenorio. Fue muerto en duelo. Esta monja conoció al célebre Calderón de la Barca y antes de entrar en el convento escribió autos sacramentales... Este otro fue virrey del Perú; los historiadores, siempre malignos, dicen que fue un hombre sanguinario. Calumnias: tuvo que sofocar dos rebeliones contra el rey, y si fueron empalados más de treinta mil rebeldes, la culpa no fue suya sino del tribunal...
Pero yo no lo escuchaba. Todas aquellas figuras de difuntos vivos, más espantosas que los muertos, que me rodeaban, que debía rozar para pasar por entre ellas, tan apretujadas se hallaban, acabaron por producirme no ya terror, sino una especie de náusea aue me quitaba la respiración. Las ventanas se hallaban cerradas, la luz era escasa y el aire apestaba a alcanfor, a moho y a historia putrefacta.
-Un solo pensamiento me entristece -decía el duque, acompañándome a la antecámara-. Soy el último de la familia; ¿quién pensará en colocarme en medio de mis muertos? ¿Qué fin tendrán después de mí desaparición estos simulacros venerables de una de las más antiguas estirpes de Castilla? ¿Los dejarán, solos para siempre, en este palacio? ¿O tal vez una revolución de la canalla plebeya o una invasión de bárbaros arrojará a la inmundicia esta asamblea de seres nobles que figuraron, durante cinco siglos, entre los dueños de la Tierra?
En aquel momento reapareció la escalera y la luz del patio. Sentí el frescor del aire, vi un poco de cielo. Salí del Palacio Desnudo, casi corriendo, después de haber dado las gracias apresuradamente al duque Almagro Hermosilla de Salvatierra. Estoy satisfecho de haberle conocido y de haber visitado su necrópolis doméstica, pero he decidido marcharme esta noche misma de Burgos."

Gog. El libro negro, Giovanni Papini

Cover y tracklist de lo nuevo de Alice Nine "9"

[CD]
1.- Heavenly Tale
2.- the Arc
3.- GALLOWS
4.- 花霞 (Hanagasumi)
5.- BLUE FLAME
6.- ハロー、ワールド (Hello, World)
7.- 虹の雪 (Niji no Yuki)
8.- リニア (Linear)
9.- Apocalypse [It's not the end]

10.- Heart of Gold
11.- すべてへ (Subete e)

[DVD]
1.-「すべてへ」 (Subete e) PV
2.-「すべてへ」 (Subete e) Multi Angle Verion
3.-「すべてへ」 (Subete e) Making of


Edición Regular
[CD]
1.- Heavenly Tale
2.- the Arc
3.- GALLOWS
4.- 花霞 (Hanagasumi)
5.- BLUE FLAME
6.- ハロー、ワールド (Hello, World)
7.- 虹の雪 (Niji no Yuki)
8.- リニア (Linear)
9.- Apocalypse [It's not the end]
10.- Heart of Gold
11.- すべてへ (Subete e)