Swimming Pool - François Ozon


“Sarah Morton (Charlotte Rampling), es una escritora inglesa de novelas policíacas de gran éxito, que viaja a Francia a la casa de su editor para descansar y poder escribir con tranquilidad. Pero una noche Julie (Ludivine Sagnier), la hija de su editor, se presenta en casa y convertirá el tranquilo hogar en un auténtico infierno.”
Este es el tipo de argumento de película que me provoca desconfianza y casi me disuade de verla. La parte que me inquietaba era la del auténtico infierno. Me imaginaba sufriendo toda la película por la pobre escritora en una suerte de versión gore de “El diablo sobre ruedas”. Finalmente vencí mi prevención y la ví. Empezó bien, la escritora no era dulce e indefensa, era seca y algo brujilla. François Ozon muestra su psicología a través de lo que los enemigos del cine francés llamarían “escenas innecesarias” de la vida cotidiana. También por sus elecciones de vestuario, comida etc. La llegada de Julie, la hija de su editor no hace su vida un infierno. Aunque molesta al principio, Julie resulta ser un revulsivo y una inspiración para la escritora. Ni siquiera un suceso trágico e inesperado digno de una de sus novelas policiacas turba mucho a Sarah. La amoralidad con que utiliza todo aquello que puede servir en su proceso creativo es fascinante. La experiencia en Francia la revitaliza, pero nunca deja de ser ella misma. No sólo ha escrito su novela, también se ha liberado mentalmente de su editor.
Como todo buen cine se puede ver desde muy distintos ángulos. Por ejemplo, siempre me ha interesado el contraste entre el estilo de vida inglés y francés (o anglosajón y latino). Es un tema muy explotado en literatura y cine; Sarah no se viste, se cubre; no come, se alimenta de una especie de yogur. Julie tiene una actitud epicúrea hacia la vida, es abiertamente sensual y disfruta del paté y el vino blanco. Me gustaría tener una casa de verano en la Provenza parecida a esta, la piscina perfecta y el sol cegador...