El desencanto


Esta película-documental comienza en Astorga con ocasión de la inauguración de una estatua dedicada a Leopoldo Panero(1909-1962) catorce años después su muerte. Su viuda Felicidad Blanc y sus hijos Juan Luis, Leopoldo María y Michi le recuerdan, pero también hablan de las repercusiones de su muerte en sus vidas y de muchas cosas más.
Los “reality shows” donde la gente va a contar sus historias me aburren. Mi desagrado es en parte debido a que creo que la gente está olvidando donde están los límites de su intimidad. Desde que se inauguró la era del psicoanálisis muchos parecen pensar que contar todo lo que les pasa por la cabeza es lo mejor para solucionar sus problemas. Posiblemente si lo hicieran con profesionales ayudaría, pero ¿realmente alguien se puede creer que si la vecina del quinto conoce los más íntimos detalles de su vida ésta va a cambiar? ¿Pensarán que si cuando les escucha una sola persona el efecto es positivo, entonces, si les escucha toda España el efecto debe multiplicarse? Pero existe una contradicción, porque cuando las miserias humanas están envueltas en literatura e inteligencia me pueden fascinar. Es decir, cuando se crea arte partiendo de la propia vida. Por eso me gusta escuchar como los hermanos Panero en “El desencanto” recuerdan su vida citando a Rimbaud con cadencia de voz impostada y exhibiendo una envidiable amplitud de vocabulario. Para crear algo verdaderamente valioso una de las condiciones necesarias es desprenderse del pudor para entregar la propia intimidad. En este caso es aún más meritorio que en el caso de un escritor que juega con retazos de su vida, aquí son simplemente ellos mismos.