Descanso





¿Y en qué quería ocuparme? Justamente en no hacer nada. Por una vez, quería vacaciones de verdad. Pues yo trabajaba cuando descansaban los demás. Por las noches, los fines de semana, en la playa, la montaña... Pero este año sólo me interesaba la galería de arte. Todo se borraba ante ella, y como la etapa de preparación había pasado, sólo tenía que esperar. No teniendo nada que hacer por primera vez en 10 años, me propuse no hacer nada efectivamente, o sea, llevar el ocio a un grado nunca alcanzado en mi existencia. Me esforzaba en no pensar. Estaba solo ante el mar, lejos de los cruceros y las playas, cumpliendo un sueño anhelado desde la infancia, y aplazado año tras año. Quería mirarlo en la forma más vacía posible, exenta de toda curiosidad de naturalista, pues de haber seguido mis inclinaciones, me habría pasado el tiempo recogiendo plantas. Me abandonaba a la fascinación de observar sombras y luces, entrando en un letargo que el baño prolongaba. Este estado de pasividad, de disponibilidad total, parecía hecho para mantenerse más allá de esa euforia a la que te lleva el primer contacto con el mar. Me imaginaba muy bien pasando el mes de esa manera.

La coleccionista, Eric Rohmer