Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes



"Cuando un asesinato está en el tiempo paulo-post-futurum-, esto es, cuando no se ha cometido, ni siquiera, de acuerdo con el purismo moderno, se está cometiendo, sino que va a cometerse -y llega a nuestros oídos, hemos de tratarlo moralmente por todos los medios. Supongamos en cambio que ya se ha cometido y que podemos decir de él: “tetelestai”, está terminado o (con el dimantino verso de Medea) “eirgastai”, hecho está, es un fait accompli; supongamos, a continuación, que la pobre víctima ha dejado de sufrir, y que el miserable que le ha dado muerte se ha esfumado y que nadie conoce su paradero; supongamos, finalmente, que hemos hecho cuanto estaba a nuestro alcance al estirar las piernas y correr tras el fugitivo, aunque sin éxito -abii, evasit, excessit, erupit, etc.-llegados a este punto, ¿de qué sirve la virtud? Bastante atención le hemos dedicado ya a la moral; le ha llegado el turno al gusto a las bellas artes.
(...)
No me hable nunca de una determinada obra de arte que esté meditando: me opongo a ello in toto. Si uno empieza por permitirse un asesinato, pronto no le da importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del Señor, y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente."

Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes, Thomas De Quincey

"Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes" es un ensayo de Thomas De Quincey, más conocido por sus “Confesiones de un inglés comedor de opio”. Aparecido en 1827 es un ensayo ficticio dirigido a un club de caballeros. Trata de la apreciación estética del asesinato y después de repasar su historia se centra en una serie de crimenes cometidos en 1811 por John Williams. Por cierto, la autoría de Williams es puesta en cuestión por la escritora P.D. James que escribió junto T. A Critchley “La octava víctima” en la que ofrece una explicación alternativa a los asesinatos.