La tormenta del desierto

Mi culpabilidad es como una pecera vacía, como juzgar al sol por salir de día. Yo soy libre porque desde aquí yo vuelo, solo toca despegarse del suelo.


¿Cómo saber si estamos actuando bien? ¿Cómo saber si lo que hacemos/decimos no lastima al otro? ¿Por qué el resto no piensa en lo mismo antes de decir/hacer algo? Esta semana que pasó fue intensa. Pensé que después de tanta tormenta me tocaría un poco de calma... pero, vamos, seamos sinceros, soy yo, mi vida no es tranquila, yo misma soy un caos, ¿cómo pretendo tener paz a mi alrededor?  Esa tormenta, un remolino en medio del desierto, que se acercaba a lo lejos, esa tormenta que me pronosticó mi amiga Juli para primavera, llegó esta semana. Fue la gota que rebalsó el vaso. 
Si hay algo en esta vida que me hace sentir bien, es lo que hago, diseñar. Después de perder amigos, de perder al Agus el amor de mi vida, de perder seres queridos para siempre, de haber tenido que despedirme de la Liza (mi perra), de haber pasado por crisis emocionales... el diseño fue y es lo único que me mantiene a flote. Es mi incentivo para seguir adelante, porque es de lo que voy a vivir el día de mañana y lo que voy a hacer hasta que me muera porque es lo que me gusta y lo que mejor me sale hacer, porque me apasiona. Entonces, que venga una persona y me diga de un trabajo de la facu: "esto es una pelotudez", después de haber hecho muy pocas cosas en ese trabajo, de no haber tenido idea de nada... me duele. No solo me duele lo que dijo, sino que me duele sabiendo quién lo dijo.

La mitad de las personas que conocemos van a desilusionarnos en algún momento de nuestra vida, y no vamos a poder evitarlo, son cosas que pasan. Cuando estas cosas pasan, tenemos dos opciones: dejar marchar a esta persona para que más adelante tome conciencia de lo que hizo, o hablarle y dejar las cosas en claro de por qué nos sentimos desilusionados. Yo hice lo segundo, muy inocentemente, como siempre, porque todo me sale de loca, inocente e impulsiva que soy. Le dije a esta persona que más allá de lo que había pasado, no quería perderla porque en los momentos en que estuve mal, él era un motivo para no sentirme triste, y a eso lo valoré muchísimo. No recibí respuesta alguna. Claro, cuando uno se ofende con la verdad, lo mejor y más fácil es hacerse el enojado. Así que pasé a la primera opción, esperando que el tiempo cure heridas.