Love letter (III)

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14/03/2012
Parte III
Amo como ama el amor.

El día que me propuso ser su novia me empecé a reír como tonta, me tenté. Por nervios, claro está. No esperaba que me preguntara eso nunca. Para mí él era mi amor platónico, mi amor imposible. Lejano, muy lejano, como la luna y las estrellas. Me regaló una rosa y me dijo que me amaba, que quería estar conmigo. Todavía guardo esa rosa, con la fecha 4/09/09 atada en el tallo. Guardé esa y otras rosas más que él me regaló, todas con sus fechas. Las atesoro como si fueran de cristal en una caja. Es que esas rosas, los peluches sobre mi cama y dos o tres cartas son todo lo que tengo de él. No me dejó nada, y se llevó todo de mí.
Los primeros días de novios fueron perfectos. No sabía como hacer para no extrañarlo tanto. Y después de tanto tiempo, nunca aprendí a no extrañarlo. Me encantaba estar entre sus brazos, sentir sus brazos alrededor de mi cintura, su cabeza sobre mi hombro, sus labios en mis mejillas… me sentía protegida, segura, fuerte. Me sentía feliz. No podía pedir más nada, él era todo lo que quería. Y quiero.
No sabía que un ser humano podía amar de esa manera. No sabía que yo podía amar de esa manera. Esta manera, que me persigue hasta el día de hoy. No sabía que el amor podía crecer tanto todos los días. Y nunca pensé que alguien me fuera a amar como él me amaba. ¿Qué pasó? Será que no solamente necesitamos amor. Yo sí, es lo único que pido. Amor. No me importa más nada. Si al mundo le gusta, bien, y sino que se vayan a freír churros. ¿Por qué le cuesta tanto entenderme? No tiene que entenderme, tiene que aceptarme tal cual soy.
Él dice que la Ani que conoció no es la misma Ani que soy ahora. A lo mejor cambié en mi forma de pensar, en mi manera de ver el mundo. A lo mejor maduré en algunas cosas, y en otras no. Yo no sé como me ve él, no tengo idea. Para mí siempre fui la misma, a veces más vaga, a veces con más voluntad, pero siempre la misma. Volada, atolondrada, bruta, sencilla y sensible. La Ani que todos conocen. Lo único que no ha cambiado en estos años es la forma en que yo lo amo a él. No sé por qué, pero cada día lo amo más, así sea que no esté conmigo. Lo amo como jamás amé a nadie, y como jamás volveré a amar a otro ser humano. Él se va ahora, y se lleva consigo toda mi vida, mi alma y una parte inmensa de mi corazón, irremplazable. Me siento condenada a vagar por esta vida con la mitad de mi ser, buscando a tientas consuelo en otras personas, felicidad en donde no la hay y amor donde no existe. Perderlo a él, es perderme a mí misma, es dejar de ser la Ani de siempre y convertirme en esto que soy ahora, una piltrafa de melancolía, depresión y desesperación, esperanzada de encontrar en algún momento un rayito de sol que me de tibieza, unos brazos fuertes que me protejan, una mano bondadosa que me acaricie, una boca que sacie mi sed de amar, un alma inmensa que pueda alcanzar también para mí en reemplazo de la que perdí, un corazón sano que pueda ayudarme a arreglar el mío, un hombre que sea capaz de amarme sin importarle nada ni nadie. Yo sentía todo eso cuando él estaba conmigo, cuando era mi novio y era mío, sólo mío y de nadie más. Me sentía completa, llena de vida, de energía. Me sentía feliz.
Lo amaba como amo a la vida, como amo al mundo. Lo amo. Ni siquiera puedo decirle que lo amo por temor a que no me escuche, a que no me crea, a que me rechace.  ¿Adónde se va todo el amor que uno tiene dentro y no puede demostrarlo? ¿Adónde termina? Yo me siento ahogada de tan llena que estoy. Necesito sacarlo, escupirlo de alguna manera. Lo amo porque no tengo otra opción, lo amo porque quiero amarlo, porque estoy enamorada de él y no tengo otra explicación. Quisiera no haberlo perdido nunca y amarlo hasta morir. Lo amo en la forma en que aman los locos. Daría mi vida por él, tan sólo porque lo amo. Lo amo en la forma en que aman los cobardes, sin poder decir nada, con miedo de tenerlo, con miedo de perderlo. Lo amo con dolor, lo amo con mi vida, con mi alma. Lo amo porque simplemente no existe otro hombre en este mundo para mí. Él lo es todo.
“Amo como ama el amor. No conozco otra razón para amar que amarte. ¿Qué quieres que te diga además de que te amo, si lo que quiero decirte es que te amo?” Fernando Pessoa.


Love letter (II)

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14/03/2012
Parte II
El encuentro.

El día que lo vi por primera vez no le presté mucha atención. Era una tarde de verano, en la que yo había salido a caminar con mi familia. Lo único que podía recordar de él era su pelo. No grabé ni una sola facción de su rostro, ni su cuerpo, ni su ropa. El pelo fue lo único que recordé más tarde de él. Estaba cortando el pasto en una casa que queda a la vuelta de las nuestras en San Antonio. Una casa en la que él solía pasar sus veranos antes de construir la que tienen ahora. Se llama “El encuentro”. Ahora es de una vieja que tiene muchos perros, que ladran cada vez que uno pasa por ahí. Yo no sabía que ese chico cortador de pastos me iba a cambiar tanto la vida un par de meses más tarde. ¿Quién podía imaginarlo en ese momento? ¡Nadie! Ni siquiera yo que soy tan soñadora.
Lo saludé una noche estrellada de febrero, el 29 para ser más exacta, después de que pasó más de un mes de la vez que lo vi cortando el pasto. Se sentó a mi lado en la verja de mi casa y se puso a hablar conmigo. Me acuerdo que se había puesto el Axe de chocolate, y cuando una semana más tarde encontré una muestra gratis en una revista lo recorté y lo guardé porque ese perfume me hacía acordar a él. En ese momento no me daba cuenta, pero yo creo que en esa primera mirada que crucé con él, de cierta forma le di un pedacito de mí. No sé que fue, pero yo vi algo especial en él que nunca jamás vi en nadie más, y sentí algo tan hermoso, que nunca más volví a sentir con nadie. Yo no buscaba a nadie, y él tampoco, pero el destino, Dios, o lo que sea que haya sido, nos unió esa noche. Y desde ese entonces que no puedo vivir sin él, que no puedo no pensar en su mirada, en su pelo, en él. No puedo sacármelo de la cabeza, del corazón. No sé como este desgraciado corazón lo dejó entrar tan rápido… no sé porque ahora no hace lo mismo para que se vaya, rápido.
Esa noche para mí fue la mejor noche de mi vida. Ni siquiera las noches con los amigos o la familia se le pueden comparar. Porque si bien para todos fue una noche cualquiera, inclusive si lo fue para él, para mi fue mágica… porque conocí al amor de mi vida, y ya nadie ni nada ni Dios podría cambiar lo que pasó. Era el destino, él tenía que estar conmigo. Yo tenía que encontrármelo, por algo… por ese algo que ahora se pierde. Por ese algo que ya no existe. Ojalá en otra vida vuelva a encontrármelo, pero de otra manera, y quizás en otro momento. El encuentro de esta vida fue perfecto, pero lo que no funcionó fue lo que vino después. Los dos nos equivocamos. Él está convencido de que no podemos ser felices juntos. Eso es lo que me diferencia de él, porque aún estando así como estamos, separados, yo nunca dejé de confiar y de creer en que estábamos hechos el uno para el otro y de que podíamos ser felices para el resto de nuestras vidas. Nunca se me cruzó por la cabeza otra cosa. Jamás.
Por más que ahora llore y me duela mucho todo, no cambiaría nuestro encuentro por nada del mundo, no cambiaría por nada del mundo el haberlo conocido. Me habría privado de amar de esta manera, me habría privado de entregarme en cuerpo y alma sin importarme nada, de enamorarme perdidamente y amar hasta el dolor. Me habría privado de los 2 años felices y hermosos que estuve a su lado, así sea que ahora pierda 20 intentando olvidarlo. Los buenos recuerdos nunca se borran. Los malos espero que sí. Aunque en este tiempo no me he acordado de ningún recuerdo malo… guardo todos los buenos, los importantes.
A lo mejor, en un par de años, tenga otro encuentro con alguien. No va a ser tan mágico y especial como este que tuve con él, pero quizás pueda ser feliz. Quizás tenga la oportunidad de encontrar a alguien que quiera estar conmigo sin importarle nada. Y ahora tengo miedo, pero la verdad es que no lo pensaría dos veces si me tuviera que arriesgar a amar como amé ahora. Mi corazón dice que no quiere saber nada… pero yo sé que se va a reponer, voy a curarlo, voy a sanarlo de alguna manera y voy a volver a ser la misma Ani de siempre. En realidad no la de siempre, sino una más fuerte. Sólo tengo que pasar por esta prueba. Estoy temblando.


Love letter (I)

Mi despedida del amor fue dolorosa. No pensé que fuera a ser tan dura. Escribí y me desahogué tiempo atrás. ¡Qué lindo que es soltar todo! Quiero subirlo acá porque tal vez alguien que esté pasando por lo mismo lo lea y se sienta identificado... No hay dolor que duela más que el dolor del alma.

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14/03/2012
Parte I: Chau.

Voy a escribir para desahogarme, para sacarme todo esto que siento… de una vez por todas, para por lo menos intentar no pensar más en él. Sé que es imposible que pase eso, pero no me queda otra. No hay otra salida. No queda escapatoria. Estoy dentro de un túnel por el que caigo y caigo, sin encontrar nada a lo que aferrarme, sin saber como detenerme, sin llegar jamás al fondo. Es una caída que no tiene fin. Y mi corazón está a punto de explotar, está a punto de morir. Tanto que luché por él, tanto que dije que lo iba a esperar toda la vida asi sea que no venga nunca, tanto que le rogué y lloré… A veces el amor dura para siempre, y otras, duele mucho. No podía seguir lastimando a mi corazón de esta forma, no podía hacer eso con él, que tan valiente me soportó todo este tiempo y no me abandonó jamás. Siempre fiel a él. Es por eso que lo agarré y lo cobijé entre mis manos, y me pidió que parara con todo esto porque mis lágrimas lo estaban agotando, y mi alma se estaba quebrando. Me di cuenta que mi corazón estaba hecho una piltrafa, que ya casi no tenía vida, que inclusive ni respirar podía. Mis lágrimas lo estaban ahogando. Ahora está en reposo, tranquilo… esperando el final, sin saber lo que le espera, esperando terminar con la agonía de una vez por todas. Sólo yo puedo salvarlo. Sólo yo puedo salvarme. Me duele todo el cuerpo, no sólo el corazón, pero él es lo que más me importa, porque él me conduce por la vida. Sin mi corazón no soy nadie. Me duelen las manos, de tanto escribir para desahogarme (es por eso que ahora elegí la compu). Me duelen los ojos de tanto llorar, la cabeza por lo mismo. Me duele la espalda, de las horas que paso sentada sin hacer nada simplemente porque no tengo ganas, no tengo fuerzas. Me duelen las piernas de tanto tiempo estar acostada durmiendo, así el tiempo se me pasa más rápido. Me duele el alma porque ya no bailo, ni sonrío feliz. Me duele mirarme el espejo y verme así, porque ya no sé ni quien soy, ya no sé qué hacer, adónde ir, a quién acudir. Ya no entiendo nada de lo que está pasando. Y tampoco tengo ganas de entender. Estoy muy cansada. Siento el peso de un elefante sobre mis hombros. Y como el corazón ya no tiene peso, ni voz ni voto, la que actúa ahora es la cabeza. Y me está volviendo loca. Hay días en los que mi cabeza me hace levantar de buen humor. Me hace pensar que todo va a estar bien, que voy a tener de vuelta conmigo a mi Agus, y que no tengo que tener miedo de nada. Me da una esperanza más grande que una casa, y eso me basta para sonreír un poco y no llorar. Pero hay otros días, en que me perfora el alma. Y esos días lloro, lloro y lloro como nunca, hasta que los ojos me empiezan a arder y la cabeza me estalla del dolor. Pienso una y otra vez como despedirme, como decirle chau, como sacarlo de mi vida de una vez por todas. Y se me ocurren muchas maneras de decirle las cosas, pero cuando lo tengo al frente… no puedo, simplemente no puedo despedirme. Mi cabeza y mi corazón, por más lastimado que esté, no entienden como hacer para vivir sin ese hombre que me mira con frialdad. No entienden como puedo hacer para dejarlo ir. Hay algo que me detiene, que me frena y me vuelve loca. Cuando lo tengo al frente quiero abrazarlo, besarlo, decirle que lo amo con locura, decirle que es el amor de mi vida y no se puede ir, no puede dejarme sola, no puede abandonarme así. Y no puedo hacer nada de eso porque tengo miedo. Tengo miedo de su reacción, tengo miedo a que se enoje… pero más miedo tengo que me diga que no me ama más. Ahora no lo entiendo porque no sé como hacer para entenderlo, algún día lo entenderé… lo nuestro se terminó, para siempre. Tendría que haberlo entendido hace mucho, pero no puedo, porque el sentimiento de amarlo y de querer estar con él es más fuerte que cualquier otra cosa. No entiendo como lo perdí, no entiendo que hice mal, en qué me equivoqué. No entiendo qué quiere, que busca. ¿Qué le hice Dios para que me hiciera esto? ¿Qué hice tan mal como para que me deje de amar? Porque por más que me diga que me quiere, yo sé que no es así. No hace nada para demostrar su amor, y cuando tiene la oportunidad se queda callado. ¿Qué hace uno cuando algo le molesta en su vida? ¿Cuándo algo lo lastima? Yo creo que una persona con sentido común intentaría sacarse a ese algo de encima. Mi problema es que no quiero sacármelo de encima. Ese algo, por muy lastimoso que sea, es lo que más amo en el mundo. Tengo una herida que sangra constantemente. Sólo hay dos posibilidades, o curarla de alguna manera, de a poquito, con paciencia y voluntad, o no curarla jamás y morir desangrada por el dolor que desgarra el alma.


Yo no miento, exagero.

Agustina Guerrero Llorens es una ilustradora Argentina que reside en Barcelona. Pasó su infancia en Chacabuco, una pequeña ciudad de casas bajas, y desde entonces acostumbra a reproducir en el papel todo lo que le llama la atención.
En el 2000 decidió mudarse a Buenos Aires para estudiar Diseño Gráfico en la UBA (Universidad de Buenos Aires) y luego acabó sus estudios en el E.M.A.i.D (Vilanova i la Geltrú) poco tiempo después.

"Fue un cambio muy importante en mi vida pero las niñas, mujeres y abuelas que esbozo siempre supieron acompañarme en mis aventuras. Ellas, tan llenas de emociones y distintas expresiones, me sostuvieron la mano para que no dejara la vocación de ilustradora, algo que va más allá de cualquier estudio. Algo que es mío y que ahora quiero compartir con vosotros. Actualmente trabajo como ilustradora free lance. Mis imágenes giran alrededor de personajes femeninos cuyas miradas, de ojos grandes y saltones -sobre todo-, irradian inocencia y sensualidad. De esta forma, intento obtener retratos poéticos con sutiles narrativas románticas. Teniendo, así, una visión única y a veces, erótica. Por lo general, los trabajos son acabados con técnicas de impresión tradicional y digital."


"Dibujo en la calle, dibujo en el trabajo, dibujo en el baño, dibujo comiendo, dibujo durmiendo. Dibujo porque lo disfruto!" 

Su página en facebook: Diario de una volátil

Margot y la boda









En “Margot at the Wedding” Noah Baumbach dice que quiso reflejar el ambiente veraniego de las películas de Eric Rohmer. No me parece muy conseguido porque rodada entre abril y junio el sol todavía no es la del verano y en las escenas se aprecia el viento. Los protagonistas llevan chaquetas y cuando se las quitan como en la escena de la piscina sientes lástima por ellos. De todas formas puede que sea lo mejor porque ese ambiente de septiembre cuadra con una historia que nos muestra la cara más sórdida de la realidad. Ha sido denostada por muchos como mediocre en el peor de los casos y como deprimente en el mejor. Intuyo que al estar protagonizada por Nicole Kidman y llevar la palabra “boda” en el título cuando se estrenó los espectadores esperaban otra cosa, una comedia típica de Hollywood o un chick flick. Pero verdaderamente es una película dura sobre una familia aparentemente normal en la superficie pero hondamente dañada en el interior.
Margot acompañada de su hijo adolescente, Claude, viaja a Long Island para acudir a la boda de su hermana, Pauline (Jennifer Jason Leigh).  Las hermanas llevan bastante tiempo distanciadas y la tensión irá creciendo entre las dos. Para empezar a Margot no le gusta nada el futuro marido de Pauline, Malcolm (Jack Black), un artista desempleado que según Margot “es como uno de esos tíos a los que rechazábamos cuando teníamos 16 años”.
Los traumas familiares que arrastran Margot y Pauline (igual que los de los hermanos “Shame”) no son revelados y sólo podemos imaginarlos. Margot (Nicole Kidman) está profundamente dañada pero no inspira simpatía porque se comporta de manera narcisista, hipercrítica, pasiva-agresiva y en ocasiones cruel. Es escritora y su inspiración la saca de su propia familia. Margot analiza y diagnostica a los que la rodean sin importarle el dolor que pueda infligir. Además en sus diagnósticos están proyectados sus propias frustraciones y miedos y nunca se aplica a sí misma la mirada crítica.
La acción la conduce Margot y las posibles víctimas de sus maquinaciones giran en torno a ella. Su hermana Pauline aunque tan traumatizada como Margot es bien intencionada y parece haber encontrado en Malcolm a alguien que la puede liberar de su neurosis. Malcolm es un personaje recurrente en el universo Baumbach, el artista con ambiciones frustradas. El personaje más equilibrado, amable y compasivo es el marido de Margot (John Turturro) que aparece muy brevemente. El cuadro familiar lo completan Claude y la hija de Pauline, Ingrid; agradables y sensibles pero más que probables herederos de los males psicológicos familiares.
Aunque la dinámica familiar es el centro se pueden encontrar otros temas que circundan “Margot y la boda”. Existe un subtexto social representado por los Voglers una familia vecina que pertenecen al grupo que en EEUU se suele denominar “white trash” o “trailer trash” sólo que ellos no viven en un tráiler sino en una pequeña y deteriorada propiedad. Asan cerdo en el jardín y tiran basura al jardín de Pauline como presión para que ella corte un árbol cuyas raíces, ellos claman, están invadiendo su propiedad. El hijo de los Vogler ataca y muerde a Claude sin provocación mediante. Margot supone que los Vogler abusan de sus hijos (quizás tiene prejuicios acerca de esa clase o proyecta su propia historia familiar en ellos). Parece que el final sugiere que Baumbach quería señalar la incapacidad de Margot y su familia para ver a los Vogler como seres humanos, pero dado el comportamiento desconsiderado que tienen los Vogler ¿Quién puede culparles?
El guión lleno de conversaciones aparentemente intrascendentales no ayuda en ocasiones al avance de la acción, pero da a conocer a los personajes y crea una atmósfera de realismo. En cuanto al aspecto visual la rata muerta que ve Claude puede ser simbólica de todo lo podrido que hay bajo la superficie. O podría ser simplemente otra parte más de la "atmósfera", una imagen que Claude ve casualmente y que no olvidará nunca.