«Hijo de mi vida, ¿has encontrado alguna quimera? El marinero que me mandaste me ha dicho que eras imprudente. Eso me ha tranquilizado. Sé siempre muy imprudente, pequeño mío, es la única manera de disfrutar un poco de la vida en esta época prosaica.
(…)
Tengo miedo de que no cometas locuras. Eso no te privará de la gravedad, ni de la melancolía, ni de la soledad: las tres golosinas de tu carácter. Puedes ser grave y loco, ¿qué lo impide? Puedes ser todo lo que quieras y loco por añadidura, pero hay que ser loco, hijo mío. Observa a tu alrededor un mundo en el que crecen sin cesar las gentes que se toman a sí mismas en serio. Además de cubrirse de un ridículo irremediable ante espíritus como el mío, hacen que su vida adolezca de un peligroso restriñimiento. Son exactamente como si, a la vez, se hartaran de mondongo, que laxa, y de nísperos del Japón, que restriñen. No he encontrado imagen mejor que ésa.
(…)
Mi madre no hace nada sin poner en ello el alma. Es la Primavera. Tiene constantemente su dedo debajo de mi nariz para obligarme a levantar la cabeza y tener la vista alta.
El húsar en el tejado, Jean Giono
Etapas
Como cada flor marchita,
Y toda juventud con la edad decae,
Así florece cada etapa de la vida,
Florece cada sabiduría y cada virtud a su tiempo,
Y no puede durar eternamente.
El corazón debe estar, a cada llamada de la vida,
Presto a la despedida y los nuevos comienzos,
Para con valentía y sin remordimientos,
Entrar en nuevas ligazones.
Cada comienzo está lleno de una magia
Que nos protege y nos ayuda a vivir
Hemos de atravesar alegres espacio tras espacio,
No depender de hogar alguno,
El espíritu cósmico no quiere encadenarnos,
Quiere elevarnos etapa tras etapa,
Ampliarnos.
Apenas nos aclimatamos a un círculo de vida,
Cuando el hábito familiar hace la indolencia,
Sólo alguien que esté preparado para salir y viajar,
Puede escapar del hábito paralizante.
Quizá también la hora de la muerte
Nos envíe a espacios nuevos,
Nunca tendrá fin en nosotros la llamada de la vida...
¡Bien, pues, corazón, despiértate y sana!
Hermann Hesse
Como cada flor marchita,
Y toda juventud con la edad decae,
Así florece cada etapa de la vida,
Florece cada sabiduría y cada virtud a su tiempo,
Y no puede durar eternamente.
El corazón debe estar, a cada llamada de la vida,
Presto a la despedida y los nuevos comienzos,
Para con valentía y sin remordimientos,
Entrar en nuevas ligazones.
Cada comienzo está lleno de una magia
Que nos protege y nos ayuda a vivir
Hemos de atravesar alegres espacio tras espacio,
No depender de hogar alguno,
El espíritu cósmico no quiere encadenarnos,
Quiere elevarnos etapa tras etapa,
Ampliarnos.
Apenas nos aclimatamos a un círculo de vida,
Cuando el hábito familiar hace la indolencia,
Sólo alguien que esté preparado para salir y viajar,
Puede escapar del hábito paralizante.
Quizá también la hora de la muerte
Nos envíe a espacios nuevos,
Nunca tendrá fin en nosotros la llamada de la vida...
¡Bien, pues, corazón, despiértate y sana!
Hermann Hesse
Este último mes me he encontrado con varias películas en las que madres tienen gran influencia sobre sus hijos varones. En “El húsar en el tejado” es una influencia bien patente aunque la cita es de la novela, no de la película. En “Drei” lo es menos, pero Tom Tykwer hace un homenaje al Vittorio de Sica de “Milagro en Milán” y la madre de Simon aparece transfigurada en ángel y recita su poema favorito de Hermann Hesse. Casualmente también he visto “Savage Grace” con Julianne Moore donde la influencia materna es mucho más negativa. Un poco a lo Hitchcock en “Psicosis”.